No es la primera vez que Casio -ni ninguna multinacional, de hecho suele ser bastante habitual- se ve obligada a efectuar alguna llamada a revisión de sus productos, aunque aún estamos a la espera de qué es lo que hará con las unidades del GWG-1000 de G-Shock. Lo más probable es que directamente sea el SAT quien haga frente a los relojes con módulos defectuosos o mal ensamblados. Pero, repito, no será la primera vez. Ya en 2007 en los Estados Unidos (que suelen ser donde primero surgen este tipo de advertencias, debido a que las compañías corren el riesgo de tener que enfrentarse a millonarias demandas si los consumidores lo denuncian y les hacen oídos sordos) tuvieron que pedir a los clientes que devolvieran nada menos que 12.000 unidades de sus teclados electrónicos CTK-710. Todo empezó a raíz de cinco denuncias de consumidores que observaron que los teclados se volvían más calientes de lo normal, dos de los cuales acabaron literalmente incendiándose.
Algo más atrás, en 2004, Casio tuvo que revisar nada menos que 18.000 pianos porque los tornillos usados no eran los adecuados y provocaban que el asiento colapsara.