Aunque creo que nadie ha tenido un reloj que le durase toda la vida (me refiero a que lo usase día tras día y llegase a anciano con él, no a tenerlo guardado y conservado en una caja, obviamente) existía la creencia, o al menos eso se presuponía, que cuando adquirías un reloj iba a ser algo que te durase durante muchos años. No hace mucho incluso una marca bien conocida presumía en su publicidad que fabricaba relojes "para ser heredados", aunque a la hora de la verdad si leías la letra pequeña el mantenimiento que te obligaba a ello para poder pasarlo a tus descendientes (o herederos, o a quienes quisieras, vaya) era tan costoso -e incluso más, el reloj era de marca prestigiosa- que el de cualquier otra marca.
Ayer me llamó la atención (agradablemente, por cierto, por lo extraño de la misma) que junto con la comercialización de su nuevo reloj inteligente, Philips mencionara una vida útil del mismo de cuatro años. Y no es que el reloj sea un F-91, no, el reloj cuesta 250 $, que viene a ser la mitad de lo que vale cualquier reloj inteligente de última hornada (como el WSD-F10 de Casio, en torno a los 600 $) o cualquier modelo inteligente deportivo.