Siempre me han gustado los relojes con muchas funciones, cuantas más, mejor. Me encantan esos modelos - como el PRT-B50 o el GR-B200 -, en donde vas pasando de pantalla y parece que nunca se acaban. O esos otros en donde navegas por complejos menús de configuración y submenús, como el VCL-110 o el mismo CPA-100. E incluso admito que sería enormemente feliz con uno de los últimos GSW-H1000 o GBD-H1000 en mis manos. ¡Una delicia! ¡Increíble! En especial, el último smartwatch, el GSW-H1000. Eso de poder tener un reloj complejo "normal" y, cuando te apeteciera, convertirlo en un muchísimo e infinimitamente más complejo smartwatch con Wear OS me parece absolutamente magistral.
Sin embargo, últimamente se está moviendo mucho la corriente - que no es más que una moda, en realidad - contraria. La de esos relojes que tienen solo "cuatro cosas", y si es en analógico mejor, con agujas y gracias. Casio precisamente ha lanzado hace poco sus MTP-B105, de ese mismo diseño minimalista.