Algunos de los que nos leen probablemente les resultará "dolorosamente" familiar esta escena: ibas al médico y éste te recetaba unas inyecciones o te mandaba administrarte una vacuna. A continuación, se iba a un pequeño armario, cogía el envase del medicamento, acudía a una cocina de gas donde tenía en el fuego una olla con agua hirviendo, cogía la la inyección, la sumergía en el líquido caliente para desinfectarla, y luego te la aplicaba. No, no me estoy yendo a muchos siglos pasados, hablo de España (como en muchos otros países) hasta la década de los setenta. Éste método será todo "lo ecológico" que se quiera, y reutilizable, pero la buena desinfección muchas veces dependía más que nada de la paciencia que tuviera el médico, de su "profesionalidad" y tantas otras cosas.
Hoy las jeringuillas te vienen en envases estériles, que te garantizan no solo su seguridad, sino su calidad. ¿Qué ha hecho todo esto posible? Pues sí: la popularización de los plásticos.