Muchos sabréis que, personalmente, siento debilidad por la forma de vida y filosofía de los países nórdicos (por algo están donde están, claro), y en algunos de ellos existe una costumbre bastante práctica. Consiste en almacenar todas tus pertenencias "de urgencia" y más valiosas, que puedas necesitar en caso de emergencia -de cualquier tipo-, en una bolsa (hay bolsas específicas para ellos) o caja, de tal forma que, si algo ocurre en tu edificio o casa, lo único que tengas que hacer es coger esa caja, y -obviamente- salir acompañado de tus familiares. Me pareció algo sumamente práctico y útil porque yo, que he vivido alguna que otra situación parecida -si no lo habéis pasado, no os aconsejo tener que vivir esa experiencia- me resultó dramático el ver cómo algunas personas se hunden y se desesperan para que los servicios de emergencias les permitan acceder a su domicilio a recoger "sus cosas" más básicas: documentación esencial, útiles y medicinas que necesitan, tu agenda... En suma: lo que nos hace ser lo que somos en la sociedad.
Hace poco, mientras me encontraba en una mudanza, me di cuenta de la cantidad de cosas absurdas que acumulamos. Estupideces (muuuuuchas estupideces), tonterías, equipo de lo más dispar que, por supuesto, hace que las facturas de los servicios de mudanzas -que ya son caras de por sí- suban como la espuma. Y la gente paga por llevarse "toda esa parafernalia" de un sitio a otro, arrastrando consigo un vertedero de objetos de puro consumismo que ni os imagináis. Muchas de las casas de hoy parecen, más que una casa, un almacén de tienda de los chinos.