Hace muchos años conocí a una chica que estaba en una agencia matrimonial, y con la que aún muy de cuando en cuando mantengo algún contacto esporádico, que me solía relatar las vicisitudes de este tipo de empresas. Ella contaba que un altísimo porcentaje de los que acudían allí eran hombres, desesperados por encontrar algún resquicio de amor en alguna parte y alguien que tuviera una serie de ideales que muchas veces no existían más que en sus sueños. Muchos de ellos acababan con alguna pareja mucho peor de la que acababan de cortar, que en muchas ocasiones había sido la novia (o la mujer) de toda la vida. Sin embargo cuando quienes aparecía en una de estas agencias buscando pareja era una mujer, casi hacían fiesta. Las chicas, por educación, por cuestiones antropológicas y también por una cierta ruborización son las que los expertos llaman "buscadoras pasivas" de parejas.
Entre los mamíferos es algo muy habitual que el cortejo sea responsabilidad del macho, mientras que las hembras la mayoría de las veces se sientan "a esperar" y "a verlas venir". En las encuestas ellas lo explican de otra manera: para las chicas su pareja "aparecerá" cuando "llegue el momento adecuado", y no tienen que dedicarse a buscar porque -aseguran- siempre aparece y es sólo cuestión del destino. Lógicamente, siempre aparece alguien porque siempre hay un hombre (o varios, obviamente) buscándolas. Es su forma de explicar de una forma razonada lo que, como os conté antes, no es más que un comportamiento animal de lo más natural.