No se si por desgracia o no, pero lo cierto es que la "locura atómica", allá por los años cincuenta y sesenta, pilló un poco pronto a los relojes digitales, puesto que su masificación y difusión aún no se habían producido. Por aquellos años había un cierto entusiasmo sobre todo lo atómico, se creía que sería la energía limpia del futuro, una energía casi sin costes y duradera. Esto trajo consigo que se hicieran todo tipo de lo que hoy consideraríamos "salvajadas" con ella (pero que en aquel tiempo suponían una muestra de avance). Los fabricantes de automóviles ideaban modelos para la gente del futuro, en donde pensaban que iríamos de un lado a otro montados sobre nuestro propio reactor nuclear. Este era el caso del Ford Nucleon o el SIMCA Fulgur.
Los gobiernos estadounidense y ruso invirtieron multimillonarias sumas de dinero en el desarrollo de aviones alimentados por combustible nuclear. Lo atractivo que suponía un avión de este tipo, el cual podría volar a gran altitud y permanecer en la alta atmósfera durante años, hizo que se ideasen todo tipo de soluciones a cual más escalofriante, rocambolesca y desquiciada que la anterior. El principal escollo de las fuerzas aéreas fue el peso, puesto que un reactor nuclear, para ser seguro, tenía que pesar mucho, algo incompatible con la necesaria ligereza que requiere una aeronave. Sin embargo la Armada sí pudo realizar con éxito el submarino nuclear que vemos hoy en día, gracias a que bajo el mar el peso no es tan importante.