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9.05.2015

¿Y si nos volviéramos de repente todos "analógicos"?




El problema de vivir en la sociedad occidental es que si te quedas un poco o relativamente al margen del sistema, la brecha que se abre entre tu forma de vida y el resto será abismal. Si te conviertes en analógico de repente, y los demás están "en digital", automáticamente dejarás de tener la ventaja notoria de ser un usuario "avanzado" del "sistema". Suena a ciencia ficción, pero por desgracia es totalmente real y experimentarlo no es nada agradable.

Conozco a bastantes personas que han cogido la mochila al hombro y se han lanzado al mundo. Se han convertido en analógicos con un cuaderno, un bolígrafo y un libro. Nada de smartphones, ordenadores o dispositivos parecidos. Algunas de esas personas vivían cerca de mí, los veía cada día ir y venir de su trabajo, hasta que se hartaron y rompieron con todo, y ahora están en África subsahariana, Brasil o inhóspitas regiones de Asia. Y no estoy hablando de veinteañeros, de hecho bastantes de ellos rozan los cincuenta.




Sin embargo, y aún así, incluso algunos no han podido prescindir de "los inventos modernos", y llevan sus smartphones u ordenadores portátiles, los cuales recargan por hoteles (cuando los encuentran), por energía solar, y se conectan por satélite. Hacen eso por una razón: para conseguir fondos para seguir su viaje, ya que si no saben que existes, si no te ven en las redes sociales, entonces no le importas a nadie.

Pero sí que los hay que van más allá, y se convierten realmente en personas analógicas, vuelven al mundo sin chips ni conexiones, al mundo de los cables, y costean sus viajes vendiendo, pidiendo, ofreciéndose en trabajos puntuales...


No obstante no hace falta que nos vayamos a esos extremos, para experimentar la auténtica soledad y sufrimiento que puedes vivir si decides ponerte "al margen" y no jugar las reglas que la sociedad occidental impone, solo es necesario un simple gesto: el de desenchufarte.

Pero eso supone, como he dicho, una gran desventaja. Si vas a coger cita a la Administración, insertas tu DNI electrónico en una máquina y te dan el número para ese día. Si careces de DNI electrónico y/o no has solicitado la cita por Internet previamente, tendrás que esperar, preguntar y pedir número a una persona física en información, mientras ves cómo todos los demás que van cogiendo número en la máquina te adelantan y les atienden antes, aunque tú hayas llegado primero.


Para el carnet de identidad es otro tanto de lo mismo. Si no has pedido reserva online, tendrás que madrugar para llegar temprano y poder pedir cita en el día in situ, y luego esperar a última hora a que los que la han cogido por Internet los atiendan antes. Este mismo verano fui a renovar mi DNI, llegué a las doce y cuarto del medio día, y junto a mí había una familia esperando que habían llegado hacía casi una hora. A las doce y media me llamaron a mí, y ellos, como no habían podido pedir reserva por internet, aún se quedaron sentados. Fueron a preguntar y les dijeron que probablemente hasta las dos de la tarde no les atenderían, cuando se acabasen las reservas online.

Lo digital te margina al momento. Al instante. De manera brutal y sin corazón, distingue ipso facto a quien tiene dinero de quién no. Si no has podido comprar un ordenador y sigues en la era del Windows 95 o 98, navegar por Internet te supondrá un suplicio, una tortura. Ciertas páginas no podrás abrirlas, ni leer lo que otros leen o ver las noticias que otros ven. No hablemos ya de reproducir ciertos vídeos, o incluso de manejar ciertos programas, aunque algunos de esos programas sean imprescindibles en el mundo moderno y te los pidan hasta para hacer oposiciones.


Más aún si eres pobre, porque otro tanto ocurre cuando vas a pedir cita para el desempleo, o para el médico. La tecnología ha dividido con una línea insalvable los que pueden pagarse una conexión a internet y un ordenador y tablet, y los que no.

En teoría había proyectos para que la sociedad de la información no marginase a nadie, pero se encontraron con los lobbies de las compañías telefónicas que a costa de cheques, presiones y enchufismo convirtió todo eso en papel mojado. Ellos -las compañías- tienen muchos más recursos que los ciudadanos pobres, que por no tener no tienen ni, a veces, un techo para cubrir sus cabezas.


¿Qué ha traído toda esta tecnología? ¿Ha hecho a la sociedad mejor, más solidaria, más agradable y cómoda? No. Ha creado barreras infranqueables. Algo que en sí mismo no es malo (la era digital) se ha convertido en que, de una patada, como te vaya mal en el trabajo o tengas un revés en la vida, puedas sumergirte en un pozo sin fondo en un abrir y cerrar de ojos. Y nadie está libre de ello, por mucho que nos creamos seguros. Cierto que antes también te podía ocurrir, pero antes ibas a cualquier oficina administrativa, a cualquier negocio, o solicitabas o usabas cualquier servicio, y las cosas se equilibraban. No te marginaban "per se".

La tecnología, que debería ser aprovechada para mejorar la vida de los ciudadanos, ha sido instrumentalizada para sangrarte más y poder exprimirte, merced a los malvados intereses de los ahora todopoderosos proveedores de Internet.


Y esto no va a parar. El mundo digital que tanto nos quieren hacer amar ha acabado con la vida de muchos, les ha endurecido su existencia y a convertido a los menos pudientes, en más pobres aún. Nos prometían un mundo de milagros y se ha convertido en un mundo de terror y pesadillas. Nos prometían comodidad y facilidad, y se ha convertido en aprovechamiento y explotación. Y encima ahora te ponen un IVR y no puedes ni protestar. No nos quieren ni escuchar. Solo que paguemos las facturas y nos callemos la boca. Del fascismo tangible de los gobiernos del siglo pasado hemos pasado al fascismo adornado y disfrazado de chulería de las multinacionales de ahora.

Dónde estábamos entonces y quién, sin darnos cuenta, nos ha hecho cambiar y nos ha colocado, casi por sorpresa, en este escenario apocalíptico. Creíamos que iban a caer bombas atómicas sobre nuestras cabezas mientras ellos, en la sombra, tejían maquiavélicamente sus planes de dominación buscando robarnos la cartera, explotarnos, que no es ni más ni menos que lo que han buscado siempre. Y lo más gracioso es que hemos cedido sin protestar. El teléfono rojo del pánico nuclear nunca sonó, pero mientras nosotros teníamos las manos en él, por detrás, en sus soleados y luminosos rascacielos, planificaban nuestro futuro con prodigiosa exactitud y estrategia dictatorial.


El próximo paso será que todo esa dominación vaya anclada a nosotros, dirán que con sus aparatos interconectados podremos controlar nuestros coches, vigilar nuestras casas y a nuestros hijos, y así de paso ellos nos controlarán y vigilarán también a nosotros. Ya no hay término medio: tu reloj o es un mecánico de lujo, o es altamente tecnológico. Uno demuestra tu status, el otro, que formas parte del sistema. Llevar un humilde digital, fiable, sencillo, duradero y con la autonomía suficiente como para que te funcione durante años, ya no se lleva. Ya no quieren. Ya no les excita venderlos. Muchos de ellos solo se distribuyen ya en los países en vías de desarrollo, con submarcas como Q&Q o parecidas. Sólo en los Collection de Casio puedes encontrar -a veces- ese sabor añejo de los relojes útiles, de los modelos old school como el W-59 o el F-105 a los que podías ponerles cualquier correa y repararlos de cualquier manera, o mantenerlos con una misma pila sin miedo a tener que enchufarlos cada jornada para poder disfrutarlos al día siguiente. ¿Y si hablamos de tu W-31 o W-30 de caja de acero que nunca se inmutaba y al que le podías someter a todas las asperezas de aquellos dias sin fin en las calles? ¿Esos relojes, hoy en día, qué muestran frente a los Sony Smartwatch, los Apple y los premium de Citizen, Seiko o la propia Casio? Muestran que soy un pobre hombre. Que tengo que esperar a última hora a que atiendan a los súbditos del Sistema y después, y solo después y si les queda tiempo, atenderán mi caso.

El tránsito del mundo analógico al digital está dejando muchos cadáveres por las esquinas. Cadáveres que no se ven, que nos pasan desapercibidos, que ignoramos. Unas veces no nos damos cuenta de ellos por desinformación, otras por pura indiferencia, pero cuidado: esto es solo el principio. Cuanto más tardes en abrir los ojos, peor será para ti.


| Redacción: Zona Casio

5 comentarios:

  1. Impresionante. Y lo más fuerte es que es totalmente cierto.

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  2. Muchos comparan, erróneamente la brecha digital, con el analfabetismo de antaño.

    No es lo mismo. Quien sabe leer y escribir, seguirá sabiendo aunque pase el tiempo, con cierta pérdida claro está.

    En cambio, un puntero de tecnología digital de los años 1980, que se haya desconectado, y la retome ahora, tendrá problemas para manejar una TV, un móvil, un teléfono, ... La tecnología nos puede dejar atrás en cualquier momento.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Lo ideal es poder tener acceso a las dos tecnologías ( Analógica y Digital) , el problema es que lo digital se presta a el exceso de intromisión de la vida privada de la gente y si esta en malas manos acaba pasando lo que cuentas en tú excelente exposición del articulo.

    Personalmente prefiero los relojes digitales, son los que he llevado siempre y con los que me siento más cómodo, crecí con ellos en la muñeca, pero eso no quiere decir que descarte los analógicos y mecánicos de los que también me los pongo cuando quiero ir diferente, lo que me hace gracia es la gente que desprecia a los relojes digitales como si fueran basurilla, gente que por otra parte son acérrimos defensores de los relojes analógicos mecánicos como si fueran la panacea Universal y luego son los que más tiran de tecnología digital como los Smartphones y demás…, la cuestión es que al final acabas recurriendo casi siempre a lo digital, actualmente es inevitable, lo ideal es saber convivir equilibradamente con las dos tecnologías sin menospreciar a la otra, cada una de ellas aporta soluciones y sensaciones diferentes.

    Precisos los relojes metálicos Casio W-30 y W-31 que salen en el articulo, me encantaría que volvieran a reaparecer con la calidad de antes, que maravilla de relojes.

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