Durante años mis preferencias giraban en torno a relojes digitales completos, cuanto más complejos y completos mejor. Modelos con gran cantidad de líneas de información y numerosa variedad de funciones y opciones, como el G-7710 del cual hasta llegué a escribir un libro teniéndole como protagonista.
Los displays "caóticos" siempre me gustaron, esos que parecían que estabas ante el panel de mandos de una nave interplanetaria o sentado frente a unos cuantos monitores en un centro de datos. La verdad es que displays como los del mencionado G-7710 y G-7700 que os comentaba llegan a asustar, para los no acostumbrados -sobre todo, para los que vienen del mundo de los analógicos-, ver tal cantidad de información (y, además, que puedes cambiar a tu antojo variando la pantalla de inicio) les dejan alucinados. No hablemos ya cuando comienzas a almacenar y activar uno tras otro de sus múltiples -y bonitos- contadores.