Cuando a finales de los noventa Nokia empezó a lanzar aquéllos modelos de teléfonos móviles sin antena (mejor dicho, con antena incorporada dentro del propio cuerpo del teléfono y sin que se notara en el exterior del aparato) me pasé un tiempo renegando de ellos, buscando móviles que no tuvieran ese diseño. Me encantaban los teléfonos con la antena visible, me parecían no solo más bonitos, sino que además daban a entender claramente lo que eran: un teléfono móvil. Los otros parecía que llevaras una pequeña caja.
Luego me empecé a dar cuenta de que era notablemente más cómodo llevar un móvil sin la antena en el exterior, y no me supuso ningún problema adaptarme a ellos. A día de hoy ya no existen teléfonos así con la antena en el exterior (a excepción de los satelitales). Pero sí que me agradaban bastante.