Hace pocos días conversaba con un relojero y me decía que nunca como hasta ahora se habían vendido tantos F-91. De hecho confesaba que se vendían como rosquillas. Es difícil encontrarle la explicación a ésto simplemente en lo que algunos llaman "el efecto carbonero". Hace uno o dos años el tirón de los vintage sí que pudo hacer (y de hecho, hizo) que las ventas de los Casio más asequibles aumentaran como la espuma, pero a estas alturas es difícil que esa sea la única explicación.
El motivo tiene más que ver con la crisis. En España, principalmente, pero también en Italia, en Grecia y, por supuesto, en Portugal. El descenso del poder adquisitivo y, con él, el descenso de las ventas (y es muy fácil de comprobar viendo las estadísticas), ha hecho que los que antes adquirían relojes de gamas más altas, como Edifice, ahora tengan que buscar el reloj más barato posible. También se explica como un segundo reloj (incluso en aquéllos en donde ni siquiera pueden gastarse el dinero en una pila para cambiársela a su reloj habitual), y es que los Casio de las series F y W -y, lógicamente, muchos de los G-Shock-, por su robustez y fiabilidad, siempre han sido "los relojes del obrero". Y ahora todavía con más razón.