Que los relojes están de capa caída es de conocimiento público. Que ya casi nadie usa reloj (otra cuestión son los smartwatches), es algo tan fácil de comprobar como salir a la calle y verle los brazos a la gente. Que la relojería, tal como la conocimos, está en las últimas es algo que resulta más que evidente. Incluso que Casio está dando sus últimos estertores para convertirse en una marca "premium" dedicada al lujo queda bien demostrado solo con ver sus nuevos portales web, convertidos en tienda y en donde los modelos de Collection o han desaparecido, o se han reducido al ridículo.
Eso trae consigo que claro, todo lo que gira en torno a su alrededor también se vea afectado: cierran tiendas, foros y portales web a mansalva, cierran relojerías de barrio y ferias relojeras, e incluso a nivel educativo ha desaparecido, en una de las últimas reformas de la F. P., la profesión (y el título y especialidad) de "relojero". Ser hoy un relojero es como ser un artesano de las alpargatas: una profesión en vías de absoluta, radical y total extinción.