Esta mañana, mientras estaba grabando uno de los podcasts por la calle (ya sabéis que suelo aprovechar esos momentos para hacerlo,
no queda otra), llamó mi atención una persona gesticulando y haciendo aspavientos de manera notoria al lado de un semáforo. Se trataba de un ancianito que salía de la compra del supermercado, y estaba esperando para cruzar junto al paso de peatones. Pero, para encima, estaba lloviendo. Pues imaginaros la escena: llevaba un notorio smartwatch en una muñeca, pero claro, quería ver la hora, y no podía, y trataba de darle al reloj con la pantalla en negro con la otra mano cargada, mientras hacía esfuerzos por levantar el brazo izquierdo. Kafkiano totalmente.
Entonces pensé que seguramente alguien (familiares con dudosas intenciones, "amistades" -para tener esos amigos, quién necesita enemigos, ¿verdad?-, publicidad por la tele...) le habrían
vendido la moto de que el reloj le mide la frecuencia cardiaca y un sin fin de parámetros e historias que para él serían muy valioso (inciso: cada vez más médicos dan la voz de alarma porque la gente
va a su bola e interpreta esos datos como quiere, y claro, esos sensores
son solo orientativos, nada más, no son sensores médicos ni están hechos para un uso constante sino, como en Casio mencionan, para cuando sales a entrenar o en momentos esporádicos y muy, muy concretos,
y solo y únicamente para un uso lúdico), y ahí estaba, con su reloj negro que no ponía nada, que no daba la hora, que no mostraba nada de nada, tratando de prenderlo con su huesuda y arrugada mano, para que se encendiera la pantalla. Continué y lo dejé, no sé si lo acabaría consiguiendo.