Hace poco estuve investigando sobre la interesante historia del que fue, durante muchos años, "coche del pueblo" ruso. Por 3.000 euros (lo mismo que costaba "la broma de coche" aquella del Tata Nano en la India, y la mitad de lo que nos costaba aquí el coche más barato de su tiempo, el Renault 4), los rusos consiguieron ofrecer a sus ciudadanos - tras invertir unos cuantos años en su desarrollo - un automóvil fenomenal. Lo que no podían hacer en potencia, lo equilibraban con su bajo peso, y lo que no lograban en robustez lo conseguían con su fácil mantenimiento y, en su caso, con unos recambios asequibles y al alcance de la mano.
El Kamaz 1111 (Lada "Oka") se convirtió en todo un símbolo durante generaciones. Más o menos como en relojería lo eran - aún lo son - la clase F de Casio.