Durante buena parte del siglo XX y hasta bien entrados los años ochenta, la merienda habitual de los niños era una onza de chocolate metida entre dos trozos de pan "y a correr". Tras salir de la escuela por la tarde, era el bocadillo "estándar" por antonomasia. Solo los más afortunados se podían permitir acompañarlo de una pieza de fruta, una manzana en la mayoría de ocasiones, o un plátano ya como caso extraordinario.
La onza (aunque en realidad se llame así, actualmente no tiene ninguna relación con la medida del peso) varía según el fabricante. Una "onza" es lo que se llama popularmente a una ración de una tableta, que en su tiempo era "un cuadradito". Esto es debido a que antiguamente las tabletas de chocolate pesaban una libra, y venían en onzas, que era como se vendían en las tiendas de ultramarinos (la tableta entera era muy cara para aquella España de la escasez, así que por unas monedas salías de la tienda con una onza envuelta en un papelito que, como acabamos de decir, era bastante más cantidad que "las onzas" actuales).