En su lucha constante contra el tiempo, el hombre ha tenido que enfrentarse a numerosos retos. En un primer momento era el paso de las estaciones quienes dictaban sus movimientos, adaptándose a ellas según fuera la duración e intensidad del día: más largo y con mayor actividad en verano, y más corto en invierno.
Pero con la llegada del reloj fue este quien dictó los ritmos diarios, dividiendo el día en dos mitades, con una duración de doce horas cada una. Pero ahora ni eso fue suficiente, y el mundo laboral lleva desde hace mucho adoptando horarios de 24 horas, donde nada se detiene y el hombre ya no sigue el ritmo natural del hombre, sino el ritmo de las máquinas. Llegará un día donde sea difícil pensar, e incluso imaginarse, cómo era la vida cuando no estábamos bajo la férrea e imperturbable mano del reloj.