La masificación del mercado de relojes chinos cada uno "de su padre y de su madre" y, a la vez, la decisión de la industria relojera suiza en irse retirando del mercado de los relojes asequibles (cada vez con menos ventas) para recluirse casi exclusivamente en el sector del gran lujo, ha hecho que sea de lo más habitual encontrarnos modelos venidos de zonas asiáticas, principalmente, con marcas que aparecen un día y luego se difuminan, y en sitios de venta online "de oportunidades" -y oportunistas- de sobra conocidos por todos, como Aliexpress, Alibaba, o Wallapop. A eso hay que unir la proliferación de las llamadas "micromarcas", pequeños emprendedores con más o menos acierto (y más o menos poder económico), que se deciden a hacer su sueño realidad y a lanzarse a la aventura de sacar adelante su propia marca.
Nadie parece controlar nada en ese sector. Hace unos años, de hecho, firmas de electrodomésticos como Balay, se empeñaron en sacar al mercado "joyas" hechas con piezas de sus lavadoras, lavavajillas y productos varios. Nadie les fue a decir que para hacer eso debían tener un acero especial, y no el acero industrial con el que se hacen ese tipo de objetos. Así fue cómo, de la noche a la mañana, unas piezas desechadas de lavadoras pasaron a formar parte de las muñecas de algunas mujeres como adorno.