Hemos oído durante estas últimas semanas muy habitualmente la escalada de precios en torno al material sanitario, producida por la escasez de mascarillas, de geles hidroalcohólicos, e incluso de guantes desechables (ahora mismo muy difíciles de encontrar, y desde algunas fuentes señalan que la escasez puede durar incluso hasta noviembre, dada la brutal cantidad de pedidos acumulados para abastecer hospitales, que ha echo saltar por los aires la capacidad de proveer las materias primas).
Sin embargo, pocos hablan del otro gran damnificado: las resinas. La creciente demanda de material de separación como paneles y cabinas transparentes ha hecho que compuestos como el metacrilato empiecen a escasear, y de hecho algunos fabricantes de juguetes ya tienen dificultades por la falta de material para abastecerse. Es curioso que, como ocurrió en la II Guerra Mundial con el acero, sean ahora las resinas lo que escasee, y es precisamente el material principal de muchos de los artículos que usamos a diario. Pero el problema es más grave aún, porque casi todo el material médico (para intubación, exploración, diagnóstico...) suele tener sus cuerpos de resina.