Hace unos días hablaban en
el GES sobre los recambios, comentando que cómo era posible que, a estas alturas, aún haya modelos de G-Shock (bueno, que son casi todos) para los que sea imposible encontrar recambios. No hablamos de que el módulo no se pueda encontrar, no, o de que sea imposible hacerse con un rebuscadísimo LCD de un G-Shock de los noventa, sino que cosas tan simples como correas y biseles, enormemente "consumibles" (y, como contamos en el último número del
G-Shock Magazine, imprescindibles en un G-Shock además, por su forma constructiva) sean muy difícil dar con ellas y, encima, cuando las encuentras son enormemente caras. Al final compensa casi adquirir otro reloj (que es eso, y no otra cosa, lo que buscan en Casio: no que sigas con tu mismo reloj, sino que éste lo vayas sustituyendo cada poco, y así las ventas continúen subiendo).
Pero claro, para el consumidor eso no interesa. Y si a eso unimos la última moda de los relojes recargables,
apaga y vámonos, como alguien diría. Digo esto porque me he quedado a cuadros cuando veo que un consumible tan imprescindible como el cable cargador para el GBD-H1000 cueste la friolera de
40 euros. Estamos hablando de un reloj que se vende a algo más de 300 €, y su cable, sólo y únicamente su cable - imprescindible para cargarlo, sin él no puede funcionar el reloj, recalco esto para que a nadie se le olvide -, cuesta una sexta parte del precio total del reloj. O dicho de otra manera: por lo que cuesta el cable cargador, compramos un DW-291 o un WS-1200, y aún nos sobra dinero. Y eso ahora, que el GBD-H1000 sigue a la venta, espera lo que pedirán por un cable de esos cuando el reloj ya no se comercialice.