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9.15.2019

El libro en donde se confunde un Collection vintage con un G-Shock


Pobre autor el de "Emotional Design", un libro sobre el mundo del diseño escrito por Donald A. Norman. En la página 83 su autor nos habla del diseño, poniendo como ejemplo un G-Shock "de su colección privada". El problema es que "su G-Shock" no es un G-Shock, es un W-520. Me pregunto cómo un autor habla sobre G-Shock sin conocer siquiera cuales son los relojes de esta línea, ¿en serio pensará que posee un G-Shock? Así, no es extraño que diga también que un G-Shock es "poco costoso, fácil de usar y preciso". Con los dos últimos puntos podemos estar de acuerdo, con el primero, ciertamente no tanto, sobre todo en algunos modelos.

Así que decíamos lo de "pobre autor", porque sigue conservando su viejo Casio con la ilusión de que es un G-Shock. Menudo chasco se llevará.

3.07.2021

Relojes en la literatura (93)




Título: Rescate en el tiempo

Autor: Michael Crichton

Fragmento:


Pero ella no lo miraba. Tenía puesta toda la atención en sus dos amigos, los agentes de bolsa.

Típico, pensó Chris. Dijeran lo que dijesen, las mujeres sólo sentían atracción por los hombres con dinero y poder. Incluso tratándose de un par de sujetos vulgares y desquiciados como aquéllos.

Sin darse cuenta, Chris se concentró en sus relojes. Los dos agentes de bolsa lucían sendos Rolex, voluminosos y macizos, con las cadenas muy holgadas, de modo que colgaban de la muñeca y se deslizaban pesadamente arriba y abajo como pulseras de mujer. Era un signo de indiferencia y riqueza, una informal dejadez que inducía a pensar que vivían en vacaciones permanentes. Ese detalle le molestó.

Cuando uno de ellos empezó a juguetear con su reloj, haciéndolo girar en torno a la muñeca, Chris vio colmada su paciencia. De pronto se levantó, pretextó entre dientes que tenía que volver al yacimiento para verificar unos análisis, y se marchó abajo en dirección al aparcamiento situado en la periferia del barrio antiguo.

Descendiendo por la calle, tuvo la impresión de que alrededor sólo había amantes, parejas cogidas del brazo, la mujer con la cabeza apoyada en el hombro de su compañero. Se sentían a gusto juntos, sin necesidad de hablar, limitándose a disfrutar del entorno. Con cada pareja que veía, aumentaba su irritación, induciéndolo a apretar el paso.





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12.26.2020

Relojes en la literatura (81)




Título: Vida de Guzmán de Alfarache

Autor: Mateo Alemán

Fragmento:


Es el pobre moneda que no corre, conseja de horno, escoria del pueblo, barreduras de la plaza y asno del rico. Come más tarde, lo peor y más caro. Su real no vale medio, su sentencia es necedad, su discreción locura, su voto escarnio, su hacienda del común; ultrajado de muchos y aborrecido de todos. Si en conversación se halla, no es oído; si lo encuentran, huyen de él; si aconseja, lo murmuran; si hace milagros, que es hechicero; si virtuoso, que engaña; su pecado venial es blasfemia; su pensamiento castigan por delito, su justicia no se guarda, de sus agravios apelan para la otra vida.

Todos lo atropellan y ninguno lo favorece.

Sus necesidades no hay quien las remedie, sus trabajos quien los consuele ni su soledad quien la acompañe. Nadie le ayuda, todos le impiden; nadie le da, todos le quitan; a nadie debe y a todos pecha.

¡Desventurado y pobre del pobre, que las horas del reloj le venden y compra el sol de agosto! Y de la manera que las carnes mortecinas y desaprovechadas vienen a ser comidas de perros, tal, como inútil, el discreto pobre viene a morir comido de necios.




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1.09.2021

Relojes en la literatura (84)




Título: El frío de la muerte

Autor: John Connolly

Fragmento:


Casi todo lo que sabía Parker sobre Waterbury, Connecticut, podía resumirse en dos palabras: latón y relojes. La manufactura de latón fue la base de la riqueza de la ciudad en los siglos XIX y XX, pero eso acabó en la década de 1960 cuando Chase Brass se llevó la fábrica a Ohio. La industria relojera creció a la par que la del latón, y en Waterbury se manufacturó el reloj de bolsillo Yankee de un dólar de Robert Ingersoll a finales del XIX, y más tarde el reloj Mickey Mouse. Ahora una empresa asiática era la dueña de la marca Ingersoll, y eso, para algunos, era un ejemplo que sintetizaba los problemas de la América moderna.




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12.12.2020

Relojes en la literatura (78)




Título: Cuarenta grados en Marte

Autor: Bia Namaran

Fragmento:


- ¡Eh! ¿¡Estás loca!? ¡¡No enseñes eso!! - Entonces, se percató del reloj en mi muñeca. Lo cubrió con su otra mano, y me bajó la manga del abrigo -. ¡¡Y mucho menos eso!! ¡Te matarían por conseguirlo, y a mí me matarían contigo por no habértelo robado! Los relojes electrónicos hace tiempo que dejaron de fabricarse, el gobierno prohibió la venta de pilas cuando comenzaron a agotarse las reservas de los compuestos químicos. Ahora se reciclan, pero sólo para unos pocos privilegiados. En el mercado negro tienen precios estratosféricos.

- ¡Pero éste es solar! ¡Y muy antiguo! - Se lo mostré. Con ímpetu, volvió a cubrírmelo, bajándome el brazo y mirándome con rostro asustado directamente a los ojos:

- ¡Por eso mismo! ¡Esa tecnología ya no se usa! Cualquiera te lo cogería, los satélites que han caído por todas partes están llenos de circuitos con esos capacitadores, ¡es lo más valioso hoy!





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5.27.2013

¿Por qué hacen "tic-tac" los relojes?


En el año 1984 el autor chileno Saúl Schkolnik fue co-autor del libro "¿Por qué el mar es salado?", bajo la editorial Orión, dentro de su colección "Tobogán". Se trata de un ameno, bello y lindo libro que reúne cuentos infantiles de todo tipo y de diversos autores, entre ellos el autor chileno que acabamos de mencionar.

En la actualidad ese libro es bastante difícil de encontrar, y lleva bastante tiempo descatalogado. Pero sería una auténtica lástima que sus bonitos cuentos cayeran en el olvido, sobre todo uno que cuenta la historia de por qué emiten sonido los relojes, y que lleva por título: "¿Por qué los relojes hacen tic-tac?".

10.10.2020

Relojes en la literatura (62)




Título: Palabras son amores

Autor: Jose María Cabodevilla

Fragmento:


Las palabras son lo único que no se lleva el viento. Las palabras quedan, más duraderas que el bronce. Mueren los imperios, los monumentos se derrumban, perecen los hombres y bajan al pozo del olvido. Pero antes de expirar, el moribundo pronunció una frase entrecortada, la última que a duras penas pudo articular. Sus hijos la recordarán mientras vivan, lo mismo que su madre había recordado siempre aquella primera palabra que él balbuceó un día, ochenta años atrás. Entre un extremo y otro, la vida humana está hecha de palabras. Habló, luego existió. Dejó una viña, un reloj, algunas fotografías: la viña fue vendida muy pronto, el reloj se extravió en cualquier mudanza, las fotografías deben de estar metidas en alguna carpeta que nadie sabría ya encontrar. Pero nos queda de él una frase.

- Polvo y palabras seré.






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11.28.2020

Relojes en la literatura (75)




Título: Vida de los Santos de Butler. Beato Germán José

Autor: Wifredo Guinea, S.J., Herbert Thurston, S.J, y Donald Attwater

Fragmento:


Con frecuencia era arrebatado en éxtasis. Como los arrobamientos se prolongaban cada vez más, era difícil encontrar quien quisiese ayudarle en la misa. El beato se ganó el amor de sus hermanos por su solicitud. A pesar de sus visiones, tenía mucho sentido práctico y era un excelente mecánico; así pues, iba de convento en convento reparando los relojes.



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3.03.2021

Relojes en la literatura (92)




Título: La expedición

Autor: Stephen King

Fragmento:


Carune se guardó las llaves en el bolsillo y se quitó el reloj de pulsera. Era un Seiko de cuarzo con un pequeño ordenador bajo la esfera. Veinticuatro botoncitos permitían efectuar cualquier operación matemática, desde la suma y la resta, hasta la raíz cuadrada. Además de un magnífico cronómetro, un delicado mecanismo de precisión. Carune colocó el reloj delante de la ventanilla y lo empujó suavemente con un lápiz.

El reloj reapareció instantáneamente al otro extremo. En el momento de introducirlo marcaba las 11.31. 37. Cuando Carune lo recogió, las 11.31.49. Perfecto. Aunque hubiese sido mucho mejor disponer de un ayudante junto a los cajones para certificar que no había alteración temporal alguna. Bueno, no importaba tanto. Muy pronto, el Gobierno lo cubriría de ayudantes.

Probó la calculadora del reloj. Dos y dos seguían siendo cuatro. Ocho dividido entre cuatro continuaba siendo dos. La raíz cuadrada de once no había variado: 3,3166247..., etcétera.

Había llegado el momento de experimentar con los ratones.





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2.20.2021

Relojes en la literatura (91)




Título: Todas las fiestas de mañana

Autor: William Gibson

Fragmento:


Tras una pausa, el chico lo sigue, alzando el reloj de la esfera negra como si fuese un pequeño animal.

No será nada, piensa Fontaine. Un Waltham del ejército con las entrañas oxidadas. Mierda. Mierda, has dejado entrar al colgado este.

El chico se queda en el centro de la pequeña superficie de la tienda, mirando. Fontaine cierra la puerta, da una sola vuelta al cerrojo, y se retira detrás del mostrador. Hace todo esto sin bajar el revólver, evitando acercarse al chico, y sin quitarle los ojos de encima.
Los ojos del chico se abren al ver la bandeja con los relojes.

- Lo primero es lo primero - dice Fontaine, retirando la bandeja con la mano libre -. Veamos.

Señala el reloj en la mano del chico.

- Dame - ordena, golpeando sobre el descolorido logotipo dorado de Rolex sobre una almohadilla de piel sintética, acolchada, de color verde oscuro.

El chico parece entenderlo. Deja el reloj en la almohadilla, y cuando retira la mano Fontaine le ve las uñas, las descuidadas uñas de bordes negros.

- Mierda - murmura Fontaine -. Retírate, ahí, un momento - dice, señalando el sitio amablemente con el cañón de la Smith & Wesson. El chico da un paso atrás.

Sin dejar de vigilar al chico, Fontaine rebusca en el bolsillo izquierdo de la gabardina y saca una pequeña lente de aumento de relojero, y se la pone en el ojo izquierdo.

- No te muevas, ¿eh? No quieres que se dispare la pistola...

Levanta el reloj, y se permite un rápido vistazo a través de la lente. Silba entre dientes, muy a su pesar.

- Jaeger LeCoultre. - Alza la cabeza y mira; el chico no se ha movido. Vuelve al reloj, esta vez observa las marcas de la caja. - Royal Australian Air Force, 1953 - traduce -. ¿Dónde has robado esto?

Nada.

- Está casi en perfectas condiciones. - Fontaine se siente, de pronto, profunda e inesperadamente perdido -. ¿Es una reproducción?

Nada.

Fontaine mira a través de la lente, y piensa que quiere este reloj.

- ¿Todo original?

Lo deja sobre la almohadilla verde, encima del desgastado símbolo de la corona, observando que la correa de piel de becerro ha sido cosida a mano a unas barras permanentes en dos lados de la esfera. Tan solo este trabajo, que reconoce como italiano o austríaco, podría costar más que algunos de los relojes de la bandeja. El chico lo recoge inmediatamente.





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11.01.2020

Relojes en la literatura (69)




Título: La sombra del viento

Autor: Carlos Ruiz Zafón

Fragmento:


De regreso a casa, crucé frente a la relojería del barrio. Don Federico me saludó desde el mostrador, haciéndome señas para que entrase en su establecimiento. El relojero era un personaje afable y sonriente que nunca se olvidaba de felicitar una fiesta y al que siempre se podía acudir para solventar cualquier apuro, con la tranquilidad de que él encontraría la solución. No pude evitar sentir un escalofrío al saberle en la lista negra del inspector Fumero, y me pregunté si debía avisarle, aunque no imaginaba cómo sin inmiscuirme en materias que no eran de mi incumbencia. Más confundido que nunca, entré en la relojería y le sonreí.

- ¿Qué tal, Daniel? Menuda cara traes.

- Un mal día - dije -. ¿Qué tal todo, don Federico?

- Sobre ruedas. Los relojes cada vez están peor hechos y me harto a trabajar. Si esto sigue así, voy a tener que coger un ayudante. Tu amigo, el inventor, ¿no estaría interesado? Seguro que tiene buena mano para esto.





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12.05.2020

Relojes en la literatura (76)




Título: A Contrarreloj. Paul Davis. Quinta temporada: Cazadores de vampiros

Autor: J. G. Chamorro

Fragmento:


Por encima de la manga izquierda sobresalía un reloj, también de color negro. Deslicé el tejido un par de centímetros, y comprobé que era un Casio GW-M5600, un reloj de la gama G-Shock de Casio, diseñado y construido para ser cómodo, ligero y resistente. Curiosamente era un reloj concebido inicialmente para el público masculino, aunque como sus dimensiones no eran tan enormes como las de otros modelos, no era anómalo encontrarlo en las muñecas femeninas. Claro que ellas solían preferir sus variantes de colores, en azul "navy", amarillo "yellow positive" o en naranja. En cambio aquella chica había optado por la versión estándar, la que era tan negra como su ropa. Precisamente la variante más popular, la más vendida. ¿Acaso debíamos culparla por ello?

- Puedo asegurarles que esta mujer no es una vampira -. Pronuncié ante el asombro de la multitud.




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2.10.2021

Relojes en la literatura (89)




Título: Purgatorio, la decadencia de un sueño

Autor: Nathalia Tortora

Fragmento:


- ¿No hay relojes en este lugar?

- Solo en el comedor. Y yo todavía no lo sé leer.

La pelirroja suspiró. Añadiría eso a la lista mental de cosas indispensables sin las cuales no podría sobrevivir. Por el momento, el listado era sencillo: ropa, maquillaje y un reloj. Ah, y posiblemente un mp3 o un equipo de música. Asumía que pedir una computadora era demasiado, si es que existían allí.





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4.10.2022

¿Dan beneficio los relojes?



Que los relojes están de capa caída es de conocimiento público. Que ya casi nadie usa reloj (otra cuestión son los smartwatches), es algo tan fácil de comprobar como salir a la calle y verle los brazos a la gente. Que la relojería, tal como la conocimos, está en las últimas es algo que resulta más que evidente. Incluso que Casio está dando sus últimos estertores para convertirse en una marca "premium" dedicada al lujo queda bien demostrado solo con ver sus nuevos portales web, convertidos en tienda y en donde los modelos de Collection o han desaparecido, o se han reducido al ridículo.

Eso trae consigo que claro, todo lo que gira en torno a su alrededor también se vea afectado: cierran tiendas, foros y portales web a mansalva, cierran relojerías de barrio y ferias relojeras, e incluso a nivel educativo ha desaparecido, en una de las últimas reformas de la F. P., la profesión (y el título y especialidad) de "relojero". Ser hoy un relojero es como ser un artesano de las alpargatas: una profesión en vías de absoluta, radical y total extinción.

10.18.2020

Relojes en la literatura (65)




Título: Persiguiendo a Bukowski

Autor: Robert E. Howard

Fragmento:


- ¿Qué has hecho en la 431? - Me soltó casi ahogándose por el sofoco.

Me quedé patedefuá. Pensé que el gordo había perdido por fin la chaveta.

- Lo mismo que en las otras habitaciones - respondí, alzando las cejas -. Hacer las camas, quitar el polvo, pasar la aspiradora...

- Esto es muy grave, Maldon. Alguien ha robado un reloj en la 431.

- ¿Un reloj?

- Sí.

Me encogí de hombros.

- Yo sólo he hecho mi trabajo. Ni siquiera he visto ese reloj del que me hablas, Robert. No es asunto mío.

El gordo se rebotó.

- En eso te equivocas. A partir de este momento, ese reloj es asunto de todos los que trabajan en este hotel, y si consideras que a ti no te incumbe, ¿sabes lo que eso significa?

- ¿Es una pregunta retórica?

La jeta de Robert adquirió el color de un tomate maduro a punto de reventar.

- No estás en condiciones de hacerte el gracioso, Maldon. Ha ocurrido en una de tus habitaciones. Deberías estar preocupado.

Bocazas. Me quedé sin saber lo que significaba.

- Bueno, yo no he sido. Sólo puedo decir eso.

- Está bien. Tendrás que pasar un control a la salida.

- Vale.

- Y tendré que registrar tu taquilla.

- Adelante.

En mi taquilla sólo había perchas y restos de otros naufragios de tíos que habían pasado antes que yo por allí. Lápices, un paquete de chicles, algunos folletos y cosas así. Yo no me había molestado en limpiarla.

El gordo se dio la vuelta decepcionado.

- Muéstrame tu cartera, por favor. - Dijo a continuación.

- ¿Mi cartera?

Con gesto de resignación y un bufido de incredulidad la saqué de mi bolsillo y abrí cada uno de sus departamentos. Había poca cosa que ver allí.

- Oiga - le dije -. ¿Cómo puede estar seguro de que el cliente no está mintiendo?

Entonces Robert me miró como si, de pronto, yo me hubiera puesto a hacer el pino.

- El cliente siempre tiene razón.

Ni que decir tiene que el dichoso reloj no apareció jamás. Corrieron rumores de que el peluco era un Cartier con incrustaciones de brillantes. Otros se apuntaban a la teoría de un Rolex putamadre con antena parabólica. Total, que al final lo único de lo que todos estábamos seguros era de que no se trataba del Big Ben. El seguro del hotel se hizo cargo de la historia y aquí paz y después gloria.





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11.07.2020

Relojes en la literatura (71)




Título: La perla rusa

Autor: Phavy Prieto

Fragmento:


- ¡Que mierda! - Grité al comprobar que no funcionaba.

Era un móvil de esos modernos que no se le puede sacar la batería, ¡un fastidio! Probé a mantener el botón de encendido pulsado, pero nada… Lo puse a cargar y tampoco iba. ¡Había muerto! ¡Me había quedado sin teléfono!

- ¡Genial! ¡Una buena forma de comenzar el lunes! - Grité mientras me levantaba de mal humor porque ahora ni siquiera sabría qué hora era. Sí, era una de esas tantas miles de personas que no usaban reloj porque, ¿para qué? Si ya tenía el teléfono que me la decía a cada momento.

Me duché a la velocidad de la luz y me puse un vestido fresco, pero de color sobrio, algo ajustado y ceñido al pecho con tacones bajos. Me maquillé un poco y me atusé el pelo para darle volumen. Salí de casa cogiendo el bolso e inexplicablemente cogí también el móvil, tal vez algún alma caritativa de la oficina - dícese Jaime el informático - , pudiera salvar la vida de mi agonizante teléfono





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12.17.2020

Relojes en la literatura (79)




Título: Héroes y villanos

Autor: Angela Carter

Fragmento:


Marianne tenía ojos penetrantes, fríos, y mal genio, pero su padre la amaba. El padre era Profesor de Historia; en el comedor familiar, sobre el aparador en que guardaban la heredada vajilla de acero inoxidable, tenía un reloj al que daba cuerda todas las mañanas.

Marianne pensaba que el reloj era la mascota de su padre, como lo fuera el conejito para ella, pero el conejito murió pronto y se lo entregaron al Profesor de Biología para que lo destripara, mientras que el reloj continuó con su inescrutable tic-tac. Marianne concluyó, pues, que el reloj era inmortal, pero esto no la impresionó. Mientras comía, sentada a la mesa, observaba con indiferencia el movimiento de las manecillas, pero nunca sentía que el tiempo pasase, pues estaba congelado alrededor de ella en ese apartado lugar, donde una quietud pastoral se adueñaba de todo y el infatigable reloj tallaba las horas en esculturas de hielo.




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11.17.2020

Relojes en la literatura (73)




Título: Yo, el ministro. Un viaje perdido

Autor: Nirca Stevenson

Fragmento:


Luego guardé el móvil, y apoyé mis codos sobre el soporte de piedra, mientras los pensamientos se me iban, y la tarde transcurría a ritmo tan lento, que casi podía sentirla arrastrar los pies entre el segundero de mi Casio de sustitución. Lo miré. Sí, necesitaba un reloj más "serio", aquel W-59 parecía una pulsera de plástico de juguete... Tal vez debía comprarme un nuevo G-Shock, como el que había llevado conmigo durante tantos años.

- ¡Hola! ¿Puedo sentarme?

Era pelirroja. Vieja, arrugada como una pasa, con labios torcidos, una línea un tanto titubeante en la raya de sus ojos, y con un vestido estampado oscuro pasadísimo de moda. Pero pelirroja.





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9.06.2020

Relojes en la literatura (50)



Título: Cronopolis

Autor: J. G. Ballard

Fragmento:


De niño, como todos los niños, había advertido esas ocasionales y antiguas torres de reloj, donde siempre había un mismo círculo blanco con doce intervalos. En las zonas más deterioradas de la ciudad las características figuras redondas, arruinadas y cubiertas de herrumbre, colgaban a menudo sobre joyerías baratas.

- Son señales, nada más-le explicaba la madre-. No significan nada, como las estrellas o los anillos.

Adornos sin sentido, había pensado él.

Una vez, en una vieja mueblería, habían visto un reloj de manecillas volcado en una caja colmada de atizadores para el fuego y desperdicios diversos.

- Once y doce -había indicado él-. ¿Qué significa?

La madre lo había sacado de allí apresuradamente, prometiéndose no visitar esa calle nunca más. Se suponía que la Policía del Tiempo vigilaba aún, buscando posibles contravenciones.

- ¡Nada! -le había dicho la madre-. Todo ha terminado.

Para sus adentros ella había añadido como probando las palabras: Cinco y doce. Doce menos cinco. Sí.

4.03.2016

La banda del IRC


Sin redes sociales, sin Facebook, Twitter o Whatsapp, incluso sin todavía blogs (lo más cercano eran aquellos populares "rings", anillos de páginas con temática en común), los jóvenes de los noventa experimentaban en sus carnes y vivían en primera persona el surgimiento y popularización de "la Red global", la "Red de redes": Internet.

Y por aquéllos años la WWW era solo una parte de ella. Había otros protocolos que tenían tanta o más popularidad y aceptación. Uno de ellos era el IRC.

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