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11.11.2020

Relojes en la literatura (72)




Título: Vida y misterio de Jesús de Nazaret

Autor: José Luis Martín Descalzo

Fragmento:


No está en la razón ni en los progresos de la ciencia, como suele creerse. La verdad es que nosotros, modernos, amamos el orden, lo amamos con todo nuestro corazón, lo amamos por encima de todo, lo idolatramos. No queremos que se trastorne el orden ni por un mensaje del Rey de reyes. Y nuestra concepción del orden es lo más mezquino, lo más avaro que hay, lo más coriáceo, más materialista, más estúpido. En todos los dominios, aún en el del espíritu, lo que veneramos es el orden policíaco, el orden totalitario, el orden de un mecanismo preciso y riguroso, como el del reloj tic, tac, tic, tac, tic, tac, por los siglos de los siglos. Este rigor y esta monotonía nos tranquilizan, no hay sorpresa posible. Odiamos por instinto todo lo que venga a interrumpir esa monotonía.

En semejante concepción del orden universal no hay el menor lugar para el milagro.





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10.21.2020

Relojes en la literatura (66)




Título: Lentejuelas

Autor: Gary Jennings

Fragmento:


- Tienes que buscar una buena esposa, y una buena esposa debe poseer ciertas cualidades. Una buena esposa debe ser como el reloj del ayuntamiento. Puntual y regular.

- iNo, señor, eso sería una mala esposa! ¡Cuando hablase la oiría toda la ciudad!





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11.24.2020

Relojes en la literatura (74)




Título: Esta vida no es la vida

Autor: Monseñor Gaume

Fragmento:


¡Vosotros no admitís la creación! Admitís, pues, efectos sin causa, ríos sin fuentes, casas sin artífice, relojes sin relojero, cuadros sin pintor.




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2.14.2021

Relojes en la literatura (90)




Título: 334

Autor: Thomas M. Disch

Fragmento:


- Es como... ¿Viste Los huérfanos anoche? Es una historia que transcurre en el siglo XIX y hay un matrimonio que es muy feliz y muy pobre, pero cada uno tiene algo de lo que sentirse orgulloso. El hombre tiene un reloj de oro y la mujer, pobrecita, tiene su cabellera. ¿Y qué ocurre? Él empeña su reloj para comprarle un peine y ella vende su cabellera para comprarle una cadena de reloj. Menuda historia. Es todo un caso de ding-dong, ¿verdad?

- Pero si lo piensas bien es justo lo que hemos hecho, ¿no? ¿Enero?

...

- Enero, ¿estás dormida?





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1.19.2021

Relojes en la literatura (86)




Título: La máquina diferencial

Autor: William Gibson y Bruce Sterling

Fragmento:


Dentro de J. Walker y Compañía, un establecimiento pequeño pero de un gusto maravilloso, situado entre las tiendas con escaparates saledizo de la afamada Arcada, Mallory descubrió un regalo que le pareció de lo más adecuado. Era un reloj semanal que daba los cuartos y las horas con unas magníficas campanadas de tono catedralicio. El reloj, que también mostraba la fecha, el día de la semana y las fases de la luna, era una extraordinaria obra de precisión de los artesanos británicos, aunque como es natural, el elegante soporte del reloj suscitaría más admiración entre aquellos no entendidos en mecánica. El soporte, del mejor "papier-maché" lacado e incustrado con cristales azul turquesa, estaba coronado por un grupo de grandes figuras doradas. Estas representaban a una joven y decididamente atractiva Britania, ataviada con una túnica muy ligera, que admiraba el progreso conseguido por el tiempo y la ciencia para mayor civilización y felicidad del pueblo de la Gran Bretaña. Este loable tema quedaba también ilustrado por una serie de siete escenas grabadas que giraban a lo largo de la semana sobre un engranaje oculto en la base del reloj.

El precio era nada menos que de catorce guineas. Parecía que un artículo de tal originalidad artística no podía tasarse en simples libras, chelines y peniques. Aquella crasa y pragmática idea hizo pensar a Mallory que la feliz pareja estaría mucho mejor con un tintineante puñado de catorce guineas, pero el dinero desapareciería pronto, como ocurría siempre con el dinero cuando se era joven. Un buen reloj como aquel podía adornar una casa durante generaciones.





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10.13.2020

Relojes en la literatura (63)




Título: El coleccionista de relojes extraordinarios

Autor: Laura Gallego

Fragmento:


El joven sabía que había llegado a tiempo, pero no por ello bajó la guardia. Podía sentir perfectamente la impaciencia de lord Clayton. Sabía lo que sucedería sí se interponía entre aquel hombre y lo único que ansiaba en el mundo, pero no tenía otra opción.

- ¡Tres!

Por fin el objeto había hecho su aparición sobre el mantel de terciopelo que cubría la mesa. Lord Clayton había tenido que contenerse para no saltar sobre él.

Era un reloj.

El legendario reloj de Madame Deveraux, una cortesana que había vivido en el París del siglo XVII y que había recibido aquel lujoso regalo de manos del mismísimo rey de Francia. Aquel objeto era una joya: se trataba de un reloj de mesa caprichosamente labrado en oro y adornado con figuras de querubines que sostenían el sol, la luna y los planetas, y giraban con lentitud, ejecutando una pausada danza, en torno a la esfera, de manecillas de oro y cuajada de refulgentes piedras preciosas.

- ¡Cuatro!

El reloj Deveraux no tenía precio, pero lo habían sacado a subasta aquel día. Desde su puesto al final de la sala, Jeremiah casi podía visualizar a lord Clayton frunciendo el ceño y clavando las uñas en los brazos de su asiento. Para todas las personas reunidas en aquella sala, el reloj Deveraux era una joya de incalculable valor. Para dos de ellas, en cambio, contenía un secreto que jamás había sido desvelado. Uno de los dos deseaba descubrirlo; el otro, ocultarlo.

- ¡Cinco!

Los más poderosos pujaron por el reloj. Lord Clayton permaneció callado, en tensión, mientras las cifras ofrecidas por aquel extraordinario objeto se disparaban una y otra vez. Finalmente, cuando parecía que el reloj Deveraux iba a caer en manos de un nuevo rico que no lo encontraba bello, pero que deseaba demostrar que estaba a la altura de los nobles más encopetados, la voz de lord Clayton se alzó entre la multitud, fría y desafiante, ofreciendo por el reloj mucho más de lo que nadie estaba dispuesto a pagar.

Hubo murmullos en el salón. Todos conocían la inmensa fortuna de lord Clayton; sabían que podía comprar cualquier cosa que deseara. Tras un breve forcejeo verbal, el acaudalado burgués bajó la cabeza y reconoció su derrota: se veía incapaz de mejorar la oferta del noble.




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1.03.2021

Relojes en la literatura (83)




Título: Hija de Marte

Autor: Robert A. Heinlein

Fragmento:


- Tío Tom, cuéntame mi cuento.

- ¿A tu edad?

- Por favor - trepé a sus rodillas -, quiero sentarme una vez más en tu regazo para escucharlo. Lo necesito.

- De acuerdo - dijo, y me rodeó con sus brazos -. Una vez, hace muchísimo tiempo, cuando el mundo era joven, y en una ciudad especialmente favorecida, vivía una niña pequeña llamada Poddy. Todo el día estaba ocupadísima, como un relojito. Tic-tic-tic, hacían sus zapatos; tic-tic-tic, hacían sus agujas de hacer punto y, especialmente, tic-tic- tic, hacía su mente que no paraba de discurrir. Sus cabellos tenían el color de los ranúnculos en primavera, cuando el hielo deja los canales; sus ojos eran de ese azul cambiante bajo los rayos del sol que juegan en el agua de los arroyos en primavera. La nariz todavía no había decidido qué dirección seguir y la boca era como un signo de interrogación. Saludaba al mundo como un regalo por descubrir y no había maldad en ella. Un día, Poddy...

Le interrumpí.

- Pero yo ya no soy pequeña. ¡Y ya no creo que el mundo fuera joven alguna vez!

- Aquí tienes mi pañuelo - dijo -. Suénate. Jamás te conté el final del cuento, siempre te quedabas dormida. Termina con un milagro.

- ¿Un milagro auténtico?

- Sí. Ése es el final. Poddy creció y tuvo otra Poddy. Y entonces el mundo fue joven de nuevo.

- ¿Y eso es todo?

- Eso es todo. Mejor dicho, ya es bastante.





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1.13.2021

Relojes en la literatura (85)




Título: Historia de un alma

Autor: Santa Teresa de Lisieux

Fragmento:


Un día, Paulina sacó de debajo de la almohada una preciosa navajita suya y se la regaló a su hijita, dejándola sumida en un arrobamiento imposible de describir.

- ¡Paulina! - exclamó -, ¿así que me quieres tanto, que te privas por mí de tu preciosa navajita que tiene una estrella de nácar...? Y si me quieres tanto, ¿sacrificarías también tu reloj para que no me muriera?

- No sólo sacrificaría mi reloj para que no te murieras, sino que lo sacrificaría ahora mismo por verte pronto curada.

Al oír esas palabras de Paulina, mi asombro y mi gratitud llegaron al colmo.





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12.30.2020

Relojes en la literatura (82)




Título: Por sendas estrelladas

Autor: Fredric Brown

Fragmento:


Creo que nos encontramos a medio camino de tales conceptos. Esta charla sobre la edad del Universo, como cifra específica, dos mil millones de años, cuatro mil millones de años..., es algo que vuelve loco a cualquiera. ¿Puedes imaginarte a algo o a cualquiera que de repente le dé cuerda a un reloj y comience a marchar y que no existiese ningún tiempo anterior a determinado momento específico?

El tiempo no puede ser detenido, ni ha debido comenzar nunca. Si este Universo particular, tiene una edad definida, no es eterno y entonces se renueva a sí mismo constantemente por algún proceso que nos es totalmente desconocido, por tanto debe existir otro universo anterior a éste. En la eternidad, existiría una infinita progresión de universos, un número infinito de ellos que han pasado y extinguido y otro número infinito que aún no han aparecido.





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10.28.2020

Relojes en la literatura (68)




Título: Sucedió mañana

Autor: Robert Bloch

Fragmento:


Las dificultades comenzaron con el reloj despertador.

Comenzó a sonar en el estómago de Dick Sheldon.

Al menos, esto fue lo que Sheldon pensó al principio, luego cambió de posición y se convenció de que la maldita cosa repiqueteaba en algún lugar de su cabeza.

La razón vino a su rescate. Había estado bebiendo la noche anterior, era cierto; pero sin duda alguna no había llegado al punto de tragarse un reloj despertador.

No, el ruido debería provenir del reloj que está en el buró, cerca de la cama.

Sheldon extendió la mano delgada lentamente de debajo de las cobijas y la colocó sobre el buró, palpando, como si sus dedos fueran los tentáculos vacilantes de un pulpo ciego, hasta que resbalaron sobre la superficie metálica del despertador, asieron la perilla sobresaliente de la alarma y lo apagaron.

"Por fin", pensó al hacerlo; pero el timbre siguió repiqueteando.

Desesperado, Sheldon abrió los ojos y se sentó. Luego, furioso y sin pensarlo, extendió el brazo y cogió el maldito aparato, arrancó literalmente la perilla al pasarla al lado marcado como "apagado".

La alarma siguió sonando.

Con la furia que le producía la jaqueca, Dick Sheldon lanzó la manta hacia un lado, asiendo el reloj con la mano derecha y se puso en pie. Luego lo lanzó contra el suelo al tiempo que murmuraba palabras apropiadas al momento.

El despertador se deshizo en medio de ruidos metálicos. Sheldon se quedó mirándolo con disgusto reflejado en el rostro.

- ¡Éste es mi día! - murmuró sarcásticamente.





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6.29.2021

Relojes en la literatura (94)



Nuestro lector Marco nos recomienda un fragmento de este libro que, con mucho gusto, incorporamos a esta sección.



Título: Ruido de fondo

Autor: Don DeLillo

Fragmento:


En College-on-the-Hill los jefes de departamento visten togas académicas. No hablo de esas prendas ostentosas y tremolantes que llegan hasta los pies, sino de túnicas sin mangas fruncidas a la altura de los hombros. Me gusta la idea. Me gusta desembarazar el brazo de los pliegues del atavío para consultar el reloj. El simple acto de mirar la hora resulta transformado por este ademán. Los gestos decorativos aportan romanticismo a una vida. Los estudiantes ociosos tienen así ocasión de contemplar la propia hora como un complejo embellecimiento -como un romance de la conciencia humana- cuando observan al presidente de su departamento atravesando el campus con un brazo encorvado emergiendo de su túnica medieval, y el reloj digital parpadeando bajo la luz del tardío crepúsculo veraniego. La toga, por supuesto, es negra, y va bien prácticamente con todo.


| Preparación: ZonaCasio.com / ZonaCasio.blogspot.com | Gracias a Marco por el fragmento



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12.08.2020

Relojes en la literatura (77)




Título: Jauría

Autor: Kelley Armstrong

Fragmento:


Le Blanc se había sentado al otro lado de mi. Lo ignoré. Dada la opción, prefería hablar con Marsten antes que con el hombre que había matado a Lagan.

- Leí un par de artículos tuyos en la revista - continuó Marsten -. Muy bien escritos. Parece que tienes una carrera exitosa.

- No tanto como otros - dije, mirando su Rolex -. ¿Lo compraste o es robado?

Le brillaron los ojos.

- Adivina.

Lo pensé.

- Lo compraste. Sería más fácil - y más barato - robarlo, pero tú no usarías el reloj de otra persona. Aunque no te molestaría comprarlo con el dinero que obtuviste robando las joyas de alguien.

- Como siempre, acertaste.

- Los negocios deben de andar bien.

Marsten volvió a reír.





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1.30.2021

Relojes en la literatura (88)




Título: Espiritualidad de la liberación

Autor: Pedro Casaldaliga y José María Vigil

Fragmento:


Las relaciones de trabajo, cuando no se han sometido ya a los férreos mecanismos de las grandes industrias, importadas o controladas totalmente desde el exterior, fácilmente se viven también a un nivel de compañerismo, pese a los tradicionales capataces ("feitores") de los ingenios de azúcar y demás dueños o dirigentes de empresas modernas, que en América Latina se ven obligados a adaptarse a esas relaciones más cercanas. El reloj, continúa siendo en gran parte bastante "cósmico", y los acontecimientos, las fiestas, los percances de unos u otros, modifican con cierta connaturalidad los horarios, los programas y las previsiones. Todo, en última instancia, favorece esa actitud de gratuidad que el Primer Mundo, supertecnificado, tan altivamente excomulga..., o tanto añora.

Muchos europeos/as, o nacidos en el Primer Mundo en general, después de vivir o trabajar en América Latina se sienten incapaces de readaptarse a los fríos esquemas de vida y de trabajo primermundistas.





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12.20.2020

Relojes en la literatura (80)




Título: Razones desde la otra orilla

Autor: José Luis Martín Descalzo

Fragmento:


Efectivamente: esa noche que nosotros aceptamos con toda normalidad, como parte del tiempo, porque sabemos por experiencia que mañana regresará el sol, ¿qué tuvo que ser para quien no la conocía, para quien no podía saber si mañana regresaría el sol? Sin duda para él tuvo que ser doloroso ir descubriendo que Dios había partido el tiempo en dos y que la noche y el día eran para cosas. distintas (trabajar y descansar), pero las dos eran partes integrantes de una misma realidad temporal. Y tal vez hasta llegó a descubrir que el mundo no sería vividero si sólo existiese, siempre a todas horas, la luz cegadora del sol. Entendería que la vida humana se apoya en esos dos bastones y descubriría que hasta tal punto nuestro cuerpo se acostumbra a esa alternancia que, cuando en nuestra época se introduce esa fórmula de adelantar o retrasar los relojes, durante un cierto tiempo el cuerpo tarda en acostumbrarse y hasta se duerme mal por algunos primeros días.

Escribo todo esto pensando que, si en lo cronológico hay un día y una noche, también en el camino de la felicidad humana hay días y noches, horas de gozo abierto y horas de dolor, esperanzas y amarguras, días o meses en los que todo lo vemos claro y otros en los que la oscuridad invade los ojos del alma. ¡Y ambos son parte de la realidad!




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1.23.2021

Relojes en la literatura (87)




Título: 334

Autor: Thomas M. Disch

Fragmento:


Bajó la mirada hacia su muñeca, pero se había dejado el reloj en la garita porque no encajaba con su atuendo "blanco-total" de hoy. Giró sobre sí mismo. El gigantesco reloj publicitario de la fachada del First National Citibank afirmaba que eran las dos y cuarto.

No, imposible. Birdie fue hacia los bancos y le preguntó a dos viejos si realmente era esa hora. Sus relojes estaban de acuerdo con el del banco.





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10.25.2020

Relojes en la literatura (67)




Título: Las sirenas de Titán

Autor: Kurt Vonnegut Jr.

Fragmento:


Tendió el reloj hacia la luz del sol, a fin de que bebiera el elemento que era para los relojes solares lo que el dinero para los hombres de la Tierra.





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3.07.2021

Relojes en la literatura (93)




Título: Rescate en el tiempo

Autor: Michael Crichton

Fragmento:


Pero ella no lo miraba. Tenía puesta toda la atención en sus dos amigos, los agentes de bolsa.

Típico, pensó Chris. Dijeran lo que dijesen, las mujeres sólo sentían atracción por los hombres con dinero y poder. Incluso tratándose de un par de sujetos vulgares y desquiciados como aquéllos.

Sin darse cuenta, Chris se concentró en sus relojes. Los dos agentes de bolsa lucían sendos Rolex, voluminosos y macizos, con las cadenas muy holgadas, de modo que colgaban de la muñeca y se deslizaban pesadamente arriba y abajo como pulseras de mujer. Era un signo de indiferencia y riqueza, una informal dejadez que inducía a pensar que vivían en vacaciones permanentes. Ese detalle le molestó.

Cuando uno de ellos empezó a juguetear con su reloj, haciéndolo girar en torno a la muñeca, Chris vio colmada su paciencia. De pronto se levantó, pretextó entre dientes que tenía que volver al yacimiento para verificar unos análisis, y se marchó abajo en dirección al aparcamiento situado en la periferia del barrio antiguo.

Descendiendo por la calle, tuvo la impresión de que alrededor sólo había amantes, parejas cogidas del brazo, la mujer con la cabeza apoyada en el hombro de su compañero. Se sentían a gusto juntos, sin necesidad de hablar, limitándose a disfrutar del entorno. Con cada pareja que veía, aumentaba su irritación, induciéndolo a apretar el paso.





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12.26.2020

Relojes en la literatura (81)




Título: Vida de Guzmán de Alfarache

Autor: Mateo Alemán

Fragmento:


Es el pobre moneda que no corre, conseja de horno, escoria del pueblo, barreduras de la plaza y asno del rico. Come más tarde, lo peor y más caro. Su real no vale medio, su sentencia es necedad, su discreción locura, su voto escarnio, su hacienda del común; ultrajado de muchos y aborrecido de todos. Si en conversación se halla, no es oído; si lo encuentran, huyen de él; si aconseja, lo murmuran; si hace milagros, que es hechicero; si virtuoso, que engaña; su pecado venial es blasfemia; su pensamiento castigan por delito, su justicia no se guarda, de sus agravios apelan para la otra vida.

Todos lo atropellan y ninguno lo favorece.

Sus necesidades no hay quien las remedie, sus trabajos quien los consuele ni su soledad quien la acompañe. Nadie le ayuda, todos le impiden; nadie le da, todos le quitan; a nadie debe y a todos pecha.

¡Desventurado y pobre del pobre, que las horas del reloj le venden y compra el sol de agosto! Y de la manera que las carnes mortecinas y desaprovechadas vienen a ser comidas de perros, tal, como inútil, el discreto pobre viene a morir comido de necios.




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1.09.2021

Relojes en la literatura (84)




Título: El frío de la muerte

Autor: John Connolly

Fragmento:


Casi todo lo que sabía Parker sobre Waterbury, Connecticut, podía resumirse en dos palabras: latón y relojes. La manufactura de latón fue la base de la riqueza de la ciudad en los siglos XIX y XX, pero eso acabó en la década de 1960 cuando Chase Brass se llevó la fábrica a Ohio. La industria relojera creció a la par que la del latón, y en Waterbury se manufacturó el reloj de bolsillo Yankee de un dólar de Robert Ingersoll a finales del XIX, y más tarde el reloj Mickey Mouse. Ahora una empresa asiática era la dueña de la marca Ingersoll, y eso, para algunos, era un ejemplo que sintetizaba los problemas de la América moderna.




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12.12.2020

Relojes en la literatura (78)




Título: Cuarenta grados en Marte

Autor: Bia Namaran

Fragmento:


- ¡Eh! ¿¡Estás loca!? ¡¡No enseñes eso!! - Entonces, se percató del reloj en mi muñeca. Lo cubrió con su otra mano, y me bajó la manga del abrigo -. ¡¡Y mucho menos eso!! ¡Te matarían por conseguirlo, y a mí me matarían contigo por no habértelo robado! Los relojes electrónicos hace tiempo que dejaron de fabricarse, el gobierno prohibió la venta de pilas cuando comenzaron a agotarse las reservas de los compuestos químicos. Ahora se reciclan, pero sólo para unos pocos privilegiados. En el mercado negro tienen precios estratosféricos.

- ¡Pero éste es solar! ¡Y muy antiguo! - Se lo mostré. Con ímpetu, volvió a cubrírmelo, bajándome el brazo y mirándome con rostro asustado directamente a los ojos:

- ¡Por eso mismo! ¡Esa tecnología ya no se usa! Cualquiera te lo cogería, los satélites que han caído por todas partes están llenos de circuitos con esos capacitadores, ¡es lo más valioso hoy!





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