Podría parecerlo, pero no lo es. No lo es mientras uno de nosotros siga vivo con un G-Shock en su muñeca, aunque seamos una isla y minoría entre un ejército de Apple Watches y sus múltiples clones. Creo que ha llegado el momento de demostrar esa supervivencia de la que tanto se habla cuando uno menciona a G-Shock, de la que cuando los otros caen, él continúa levantándose.
Pueden lanzar en Apple modelos robustos que imiten sus cualidades,
pero nunca serán un G-Shock. Incluso la propia Casio puede reconvertirlos en relojes de medio kilo de peso y media tonelada de oro, pero G-Shock es mucho más que eso. Es una corriente, una forma de entender la relojería como algo práctico y funcional, una manera de pensar fuera de las modas y tendencias,
al margen de la fugacidad de influencers y famosetes.
G-Shock
no es una red social, G-Shock
no es una campaña de
patineros ni unas bonitas fotos de estudio. G-Shock es una declaración, un movimiento, una elección que tomamos cada mañana al ceñirnoslo en la muñeca. G-Shock va más allá de una marca y, por ello, aunque el mundo cambie y los intereses de hoy sigan derroteros caprichosos, su leyenda seguirá perdurando en cada uno de nosotros.