Lagares es un bastión del comercio tradicional y de los últimos refugios del catálogo clásico de Casio.
En pleno corazón de una ciudad cada vez más dominada por grandes superficies y franquicias, sobrevive una tienda que parece detenida en el tiempo, pero con los pies bien plantados en el presente. Lagares es uno de esos comercios de los que ya apenas quedan. Al cruzar su puerta, lo primero que envuelve al visitante no es el silencio, sino el murmullo acogedor de una radio encendida: tertulias, cuñas, canciones. Es la banda sonora de un comercio que lleva abierto desde 1957, una tienda de las de siempre, en la que los aparatos electrónicos conviven con una atención cercana y conocedora.
Entre radios, calculadoras, despertadores y pilas, los verdaderos protagonistas del local son los relojes. Cientos de modelos pueblan las vitrinas y paredes de la tienda, desde piezas de cuerda hasta modernos digitales. Muchos de ellos firmados por una marca legendaria: Casio. Y es precisamente aquí donde Lagares se convierte en algo más que una tienda, ya que es un reducto de resistencia para los amantes de los clásicos de Casio, una marca que, con el paso de los años, ha ido reduciendo su catálogo genérico en favor de líneas más limitadas y orientadas a mercados específicos, algo que tiendas como Lagares sufre también en carne propia.
Donde en otros comercios apenas se encuentran ya un puñado de modelos, Lagares sigue ofreciendo una amplia variedad, incluyendo colecciones difíciles de ver en otras tiendas, como la Vintage o la Tiffany. Es, en cierto modo, un archivo vivo del legado de Casio y una oportunidad para quienes buscan modelos que ya no son comunes en los catálogos actuales.
Lo más sorprendente es que los relojes se venden. Contra todo pronóstico, en plena era de los smartwatches y los móviles que lo hacen todo, aún hay clientela fiel -mayores que buscan la funcionalidad, jóvenes seducidos por la estética retro o incluso el guiño de una canción popular- que se acercan a este comercio coruñés en busca de ese modelo concreto, de ese diseño que les acompaña desde hace décadas o que descubrieron por primera vez en la muñeca de un familiar.
Pero Lagares no solo vende: también asesora. Aunque no dispone de taller propio, quienes acuden con una avería o una duda salen con una solución, una orientación, una pieza o una referencia. Es parte de lo que mantiene vivo a este negocio, un conocimiento profundo del producto y una vocación de servicio que ya escasea.
En tiempos de inmediatez y de escaparates digitales, Lagares representa un modo de hacer comercio basado en la cercanía, la experiencia y la memoria. Y también recuerda un peligro cada vez más presente: que desaparezcan no solo tiendas como esta, sino también la posibilidad de acceder a una oferta variada de relojes Casio dentro de su colección estándar. Una pérdida que sería doble: la de un comercio con alma, y la de un catálogo que durante décadas marcó el ritmo del tiempo para millones de personas.