No me gustan las armas. No es un secreto para nadie y lo he dicho muchas veces. Por esa causa he sido culpable de no poca controversia en este blog. Pero tranquilos: que nadie afile sus cuchillos, porque no voy a meterme con ninguna profesión, a pesar de que últimamente se escuche el sonido de tambores de guerra y baterías de misiles Patriot y Tomahawk estén "calentando motores". Pero no, de lo que voy a hablar es algo mucho más de andar por casa. Del miedo. Y en concreto del miedo que puede llegar a causar un reloj.
Esta historia se refiere a un hecho que le ocurrió a uno de nuestros lectores,y que ha tenido el detalle de contárnoslo para compartirlo con vosotros. Probablemente cuando lo leáis os quedéis tan sorprendidos como yo, como él mismo se quedó. Este chico había ido a comprarse un reloj a una relojería, aprovechando una oferta de las últimas unidades de un modelo que él llevaba tiempo persiguiendo. El relojero tenía a la venta muy pocos relojes de Casio (la relojería estaba dedicada a otras marcas), pero coincidía que entre las pocas unidades que tenía de esta marca estaba una del mismo modelo que éste chico llevaba habitualmente.