Tiempo y paz

Como habéis podido ver - al no haber actualizaciones del blog - estos últimos días he estado un poco desconectado. Y no, no me he ido a pasar el fin de año a Saint Tropez, básicamente me he quedado sin datos a últimos de año, así que me he visto obligado a permanecer un poco desconectado del mundanal ruido. Pero no hay mal que por bien no venga, como se suele decir, y he estado aprovechando el tiempo para terminar algunas y muy interesantes lecturas, y hacer tonterías varias como ésta, integrándolas en el editor de blogs (con preview incorporada, además). Que dime tú qué tiene de interesante, a estas alturas con el CSS, HTML 5 y todas esas "frikadas", meterle colorinos a ésto, pero oye, si está disponible, y la caja de rotuladores tiene tantos colores y, encima, no se nos van a gastar, ¿por qué no usarlos? Sería un desperdicio no hacerlo.

Pero he decidido titular a este primer post del año aquí, en ZonaCasio, como Tiempo y Paz, lo primero, porque hoy es Santa María Madre de Dios, y también, la Jornada Mundial por la Paz.




Por desgracia eso de la paz está muy lejos de ser una realidad, tanto en el ámbito doméstico y más cercano a nosotros, como en el internacional. Hoy mismo despertábamos con la noticia del rearme chino, y de sus amenazas por no se qué guerra comercial con los USA.

Pero dado que este es un blog de relojes, para nosotros es importante también el tiempo. Ese intangible al que estamos tan habituados pero al que nosotros, más que probablemente el resto de los común mortales, le damos tanto valor y conocemos y sabemos tener en cuenta su importancia. Un año que comienza es eso: más tiempo, también. Todo un año el que tenemos por delante (o al menos esa es la idea) y con el que todos comenzamos con el deseo de paz, amor, felicidad y prosperidad. Es precisamente esa paz la que reclama, y usa su autora, en las últimas páginas del libro de la Premio Nobel que os mencionaba al principio, para realizar un alegato postrero verdaderamente memorable.

Pero lo hace desde una perspectiva sobre la que quizá merece la pena reflexionar un poco más, y no esa paz vacía de deseos que se van y que se dice más por educación o cordialidad, por mantener las formas, pero que no supone luego ningún esfuerzo real de nuestra parte. Esa otra paz, la verdadera, es la que os deseamos hoy al empezar el año. Y tiempo para cultivarla, y reforzarla entre nosotros.

En todo momento, el hombre ha oscurecido y deformado esta imagen de Dios en nosotros: ha cedido al deseo de poder y adulación, a sus pasiones, odios y sed de venganza, y placer y ansia de honores. O nos cansamos de lo que hemos alcanzado y por lo cual hemos luchado, y destruimos caprichosamente lo que hemos creado. Tememos el cambio y el estancamiento. Amamos cosas e instituciones viejas y queremos tener algo nuevo y distinto. En choque con nuestra propia naturaleza humana se rompen nuestros ideales más nobles y nuestros sueños más audaces sobre Utopía. Para nuestros últimos y más audaces sueños sobre Utopía nos puso en las manos las armas con que podemos destruir completamente nuestro mundo, si queremos. Y, ¿quién puede ver ante qué se detendrá el instinto destructor de los hombres? El día que la Iglesia ha profetizado desde el principio en que vendrá el Hijo del Hombre a juzgar al mundo por el fuego, quizá nosotros mismos suministraremos ese fuego. Deben mostrarse un poco cautos los que hablan de la bancarrota del Cristianismo en nuestro tiempo. Nosotros no hemos recibido jamás ninguna promesa de un mundo donde todos los hombres y mujeres acepten voluntariamente la doctrina como su norma de vida. Esto ni siquiera lo han hecho en épocas en que muy pocos eran los que dudaban de que Él era Señor de cielo y tierra. Sin embargo, intentaron evitarlo o se negaron voluntariamente a oírlo. Porque todos los hombres nacen separadamente y tienen que salvarse separadamente. No nos ha sido dado, por tanto, el saber la suerte final del Cristianismo en la tierra. Las puertas del infierno no prevalecerán contra su Iglesia; pero los que quieran salirse de ella, tienen plena libertad para hacerlo. Lo que importa es otra cosa: cuando la realidad condicionada que nosotros llamamos mundo material desaparezca, ¿quién habrá ganado realmente la vida eterna en el país de los vivos? Incluso los hombres de nuestro tiempo que han glorificado la confianza indestructible de la humanidad en las cosas que podemos ver y tocar y gozar con nuestros sentidos, convirtiéndolas en credo - materialismo, humanismo que se ensalza a sí mismo, colectivismos o lo que se le llame ahora - han vislumbrado la poquísima confianza que merecen todas las cosas materiales. A la luz de las explosiones atómicas, la materia sólida se hace como transparente, algo que desaparece. Pero, ¿quién puede decir cómo reaccionarán los hombres ante las nuevas experiencias que hacen? Verdaderamente, necesitamos la sabiduría de los santos. Sigrid Undset

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