Hace unos días veía en el escaparate de un pequeña tienda el siguiente anuncio, al lado de sus respectivos modelos de reloj: "Casio F-91 por sólo 9 €"; "Casio W-59 por sólo 15 €". Esto no puede ser posible, pensé, los precios oficiales del F-91 son de
17 euros, y el W-59 (por cierto, agotado en casi todas partes en su variante estándar, y ellos sí lo tenían) es de
22 €. Me sorprendieron esos precios, más aún que tuvieran el W-59 original y auténtico. Me estuve fijando (y de hecho entré) y los relojes eran totalmente originales, porque lo primero que pensé fue que serían burdas copias de tantas falsificaciones existentes en el mercado de estos relojes (sobre todo del F-91, mucho cuidadito con eso cuando vayáis a compraros uno). Los relojes eran, insisto, originales, más aún: en lugar de China, venían de Tailandia, la misma fábrica que hace los G-Shock para Casio. Dicho de otro modo: de lo mejorcito de estas variantes. Además, el módulo era el legítimo donde aparece la palabra "CAsio" y demás.
No era posible que ese vendedor (que no tenía aspecto precisamente de "hermanita de la caridad", ya me entendéis, más bien de
rufián) perdiera dinero con cada venta adrede, solamente "por amor al arte" ("amor a Casio", en este caso) y porque quisiera popularizar y que la gente siguiera luciendo esos incombustibles relojes. Ni muchísimo menos.
Fue cuando lo vi claro, sobre todo al ver cómo los vendía: el mercado gris, amigos.
¿Y qué es eso de "el mercado gris", diréis algunos, y cómo le hace la puñeta a muchos vendedores y distribuidores "legales" y oficiales? Pues intentaremos explicároslo aquí de una forma fácil y sencilla, aunque realmente no lo sea.