Puedes leer este contenido también en
ZonaCasio Premium
No hace mucho me llamó la atención cómo un señor, que conducía un voluminoso todo-terreno (un Dacia Duster, si la memoria no me falla), formaba tras él una caravana de coches porque prácticamente detenía su vehículo y lo paraba en seco para superar estas pequeños bandas de frenado (badenes) que tan populares se han ido haciendo en muchas ciudades y pueblos de nuestra geografía. Pensé: "¿se compra un todo-terreno, un vehículo que en teoría está hecho y pensado para superar barros y dunas, desniveles y zonas montañosas, y un simple reductor de velocidad de apenas dos centímetros de alto lo detiene en seco y no se atreve a superarlo?".
Paradójicamente unos días después, por una de las calles que casi a diario suelo cruzar, y en la que en su día pusieron un enorme reductor de velocidad (y que acabó destrozado, con afilados extremos elevados del firme y parte de los tornillos peligrosamente en la superficie), me detuve al ver que un humilde Ford Fiesta de los ochenta no parecía reducir su velocidad. No sin asombro ví cómo el conductor aceleraba y con estrépito y decisión, superaba como si fuera un "pegote de mantequilla" todo el desperfecto y la dificultad del resalto.