Cada día, a media mañana, sale con pasos cortos y temblorosos, se acerca a la silla de la escalinata que da acceso a su edificio de dos plantas, y se sienta mirando hacia el pequeño callejón por el que no suele pasar nadie y en el que casi nunca suele ocurrir nada. No se qué pasa por su cabeza y si ni se da cuenta siquiera de las horas que pasan sutilmente por el desgastado Casio W-59 de su muñeca. Tan solo ve la vida pasar, como los segundos desgranándose por el LCD de su viejo reloj.
A veces pasan los años y nos sentimos igual. Solo vemos la vida pasar, nada que cambie y nada que cambiar. Si antes creíamos que íbamos a escribir una página dorada en la historia, hoy y ahora otros tienen nuestros propios sueños y tendrán, también, nuestras mismas desilusiones.