Una de las cosas que distinguen y diferencian una herramienta profesional de una normal y corriente es su robustez, su durabilidad, su diseño dirigido principalmente a la funcionalidad, dejando en segundo plano aspectos como la belleza, los adornos o
la superficialidad. Las herramientas profesionales van a lo práctico, sin perder el tiempo ni preocuparse en la ñoñería. No tienen que engañar a nadie, no tienen que vender "por vender", su principal razón de ser y motivo de existencia no es el aparentar, sino
el poder prestar un buen servicio.
Desde siempre me encantan las
carrocetas (hoy sustituidas en su mayoría por camiones ligeros de URO que, por cierto,
son españoles, así como sus afamados y exitosos todo-terrenos
Vamtac, también de fabricación nacional y exportados a multitud de países). Viví muchos años en entornos forestales, así que cuando acudían a recoger la madera, por aquellos caminos de montaña estrechos y escarpados, embarrados y encrespados, los pocos que podían desenvolverse eran los hombres que acudían con maquinaria pesada. Las orugas retroexcavadoras, los imponentes bulldozers, y para transportar cargas y los troncos, las mencionadas carrocetas. Me encantaba cuando veía estos camiones ligeros reunidos, con aquellas profundas marcas que, como heridas de guerra, profundizaban en su metal, arañaban su carrocería y hacía saltar a trozos su pintura. Pero la esencia, lo que les hacía fuertes, permanecía funcional y día a día dando batalla en el trabajo. Verlos moverse por aquellos caminitos estrechos y cargados hasta los topes era un espectáculo increíble, y lo hacían cualquiera que fuera el clima o el terreno.