RelojesDeModa.com

6.21.2019

La Wikipedia se rinde (finalmente) a la aplastante realidad y cambia la fecha del F-91


No nos duele en prenda decirlo porque es la honesta y radical realidad: en ZonaCasio fuimos los primeros en intentar hacer entender y ver "al gran público" lo equivocada de la fecha de la Wikipedia, en la cual aparecía el Casio F-91 como fabricado en 1991 porque - según ellos - el nombre de "91" hacía mención al año. Algo totalmente anecdótico en Casio, porque el fabricante nipón nunca usa el año como número para un modelo. Pero daba igual. Hemos de decir que, a pesar de todos los razonamientos, y de la intervención de muchos usuarios cambiando fechas por la correcta, los editores "profesionales" de la Wikipedia deshacían los cambios y seguían erre que erre dando una información falsa a sus usuarios.

Lo último fue cuando decidimos publicar el catálogo de Argos el pasado año de 2015, correspondiente al año 1990, donde ya aparecía ese reloj. Pero ni con esas. ¿El problema? El problema es que ZonaCasio es un medio hispanohablante, y todos sabemos que los ingleses de idiomas están bastante (o mucho) limitados (es el inconveniente de tener como lengua franca tu lengua materna, que ni te esfuerzas por entender otras). Si fuésemos un medio anglosajón, todo habría sido distinto, claro.

La alternativa de Diloy para los W-202/B640


Si posees un Casio W-202 seguramente te ocurra como a mí: el reloj es uno de los más atractivos y completos de Casio, uno de los old-school mas competitivos del fabricante japonés y, por supuesto, el mejor en su género en cuanto a precio/calidad/funciones. No hay reloj más completo en su gama de precios.

Casi podríamos decir que tiene un único problema: su correa. Además de ser muy larga - demasiado para algunos -, la correa del W-202 es enormemente débil. Creo que podría decirse que es la correa más frágil de todos esos modelos (F-91, W-86, W-59...).

6.18.2019

Casio MTP-1384, gótico y luto para tiempos oscuros


Dicen que vestir de luto ya no se lleva. Vale, yo visto, o al menos lo intento. No obstante se llevan y se dejan de llevar tantas cosas, que quien decida guiarse por las modas mejor vaya pidiendo sitio en un psiquiátrico.

Hoy os vamos a hablar de algo que se sale, por tanto, de esos cánones establecidos, que se mueve fuera de modas y apreciaciones estéticas porque, probablemente, esta por encima de todo ello. Un modelo de la relojería más universal, una estética que extiende sus raíces en las abadías y monasterios, y un formato de hora - el analógico - que desde tiempos en los que se ha perdido memoria acompaña al ser humano. Un Casio del corte más tradicional, si por tradición entendemos a eso: la tradición relojera.

6.17.2019

El caso de Paul Davis


Un relato de A. Bial Le Métayer, que forma parte de la saga "Un lugar en el tiempo" y "A Contrarreloj".


- ¡Extra! ¡Extra! ¡Ha llegado "El Extra"! ¡Las últimas noticias de ayer para hoy! ¡Extra! ¡"El Extra"! ¡No se quede sin su ejemplar!

En cuanto oyó los gritos anunciando el periódico, Adela dejó sus bártulos sobre la mesa de trabajo y correteó hacia la zona de atención al público de la tienda. Se fue hacia la puerta y la abrió, volviéndose de nuevo hacia el mostrador, y colocándose tras él. Abrió la caja registradora y sacó de uno de los cajetines un euro, justo en el momento en que Iván González entraba a grito pelado en el local:

- ¡Extra! ¡Extra! ¡No se quede sin su ejemplar!

Adela extendió la moneda y, sin bajar la voz, el muchacho dejaba uno de los periódicos sobre el mostrador, cogiendo acto seguido el euro. Sin despedirse, sin dejar de gritar, dio media vuelta y regresó a la calle. Adela esbozó una sonrisa.

Iván era un chico vivaracho y, a la vista estaba, con ingenio. Por desgracia no había tenido buena suerte, había nacido en una familia totalmente desestructurada, apenas pudo estudiar y a los quince años ya había abandonado el colegio. Desde hacía unos meses se había dedicado a una tarea curiosa: por la tarde sacaba noticias de páginas de Internet, las pegaba en una plantilla, y las pasaba a pdf. Luego metía el archivo en un pendrive, imprimía en una copistería varios ejemplares, regresaba a casa y los grapaba. A la mañana siguiente los iba vendiendo por la calle, a un euro "o la voluntad", decía. Siempre y cuando esa "voluntad", claro, fuese más que un euro.

Al periódico (por decirlo de alguna manera, ya que no eran más que un incierto número de páginas fotocopiadas a doble cara, y grapadas en la esquina superior) le llamaba "El Extra" porque, según Iván, se publicaban las noticias "extraordinarias" que encontraba (o todo lo extraordinarias que él valorase como tal, claro), y era como un "extra" a lo que la gente podía leer en Internet. Incluso a veces ponía secciones, centrándose - por su obvio éxito - en las noticias, acontecimientos, y sucesos locales.

En el membrete del periódico ponía en grandes letras de corte románico: "El Extra" y, bajo ellas, añadía la leyenda: "las noticias de ayer para hoy". Iván parecía no darse cuenta de lo poco acertada de esa leyenda, era como enfocar la atención hacia el hecho de que eran noticias un tanto "caducadas", algo que iba en contra de las más mínimas normas publicistas o de marketing. Pero lo que a Iván no se le podía negar era, eso sí, iniciativa. El muchacho trataba de salir adelante como podía y con imaginación, y la idea de un periódico era mucho mejor que ir vendiendo crack, esnifar pegamento, o lo que fuera que hicieran los jóvenes marginados de hoy.

En suma, a ella le caía simpático el muchacho, y le pagaba con gusto el euro que, junto al encabezado del periódico, se anunciaba como precio de venta: "Sólo por 1 €". La relojera suponía que cada ejemplar no debía costarle a Iván más de sesenta céntimos (dependiendo del número de hojas, que ya decimos que era muy dispar), así que el chico podía sacar un poco de dinero "honradamente".

Poco a poco el joven había conseguido una clientela más o menos habitual, excepto el propietario del quiosco del barrio, que no lo veía con buenos ojos y le acusaba de violar copyrights y unas cuantas cosas más; la mercería, la panadería, y algunas vecinas eran clientes habituales. También muchos de los ancianos que se sentaban en el parque gastaban ese euro con gusto, sobre todo los días en los que hacía buen tiempo. Porque Iván, que como decimos era muy espabilado y bastante imaginativo, se había dado cuenta que si aumentaba el tamaño de las fuentes tipográdicas de su periódico, los viejecitos lo leerían mejor. Acababan acostumbrándose tanto a esa letra que los periódicos en papel y al uso les daban la sensación que tenían las letras más pequeñas que antes.

Normalmente Adela no leía el periódico, lo compraba y luego lo dejaba en el mostrador para que se lo llevara algún cliente que entrase, y de esa manera colaborar a difundir el negocio de Iván. Aunque, eso sí, lo ojeaba por alto.

Por lo tanto así se encontraba, mirando los titulares de diversas noticias, cuando una captó su atención. Decía:

"Paul Davis resuelve un nuevo caso". Y añadía, en la entradilla: "El popular detective de relojes consigue dar con la solución a otro misterio". La pequeña mujercita cogió el periódico en su mano, se puso las gafas, y se sentó junto a la butaca de su abuelo, interesada y centrando toda su atención en aquella sugerente y atrayente noticia de "El Extra".

Esto fue lo que leyó.

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