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11.28.2020

Relojes en la literatura (75)




Título: Vida de los Santos de Butler. Beato Germán José

Autor: Wifredo Guinea, S.J., Herbert Thurston, S.J, y Donald Attwater

Fragmento:


Con frecuencia era arrebatado en éxtasis. Como los arrobamientos se prolongaban cada vez más, era difícil encontrar quien quisiese ayudarle en la misa. El beato se ganó el amor de sus hermanos por su solicitud. A pesar de sus visiones, tenía mucho sentido práctico y era un excelente mecánico; así pues, iba de convento en convento reparando los relojes.



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3.03.2021

Relojes en la literatura (92)




Título: La expedición

Autor: Stephen King

Fragmento:


Carune se guardó las llaves en el bolsillo y se quitó el reloj de pulsera. Era un Seiko de cuarzo con un pequeño ordenador bajo la esfera. Veinticuatro botoncitos permitían efectuar cualquier operación matemática, desde la suma y la resta, hasta la raíz cuadrada. Además de un magnífico cronómetro, un delicado mecanismo de precisión. Carune colocó el reloj delante de la ventanilla y lo empujó suavemente con un lápiz.

El reloj reapareció instantáneamente al otro extremo. En el momento de introducirlo marcaba las 11.31. 37. Cuando Carune lo recogió, las 11.31.49. Perfecto. Aunque hubiese sido mucho mejor disponer de un ayudante junto a los cajones para certificar que no había alteración temporal alguna. Bueno, no importaba tanto. Muy pronto, el Gobierno lo cubriría de ayudantes.

Probó la calculadora del reloj. Dos y dos seguían siendo cuatro. Ocho dividido entre cuatro continuaba siendo dos. La raíz cuadrada de once no había variado: 3,3166247..., etcétera.

Había llegado el momento de experimentar con los ratones.





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2.20.2021

Relojes en la literatura (91)




Título: Todas las fiestas de mañana

Autor: William Gibson

Fragmento:


Tras una pausa, el chico lo sigue, alzando el reloj de la esfera negra como si fuese un pequeño animal.

No será nada, piensa Fontaine. Un Waltham del ejército con las entrañas oxidadas. Mierda. Mierda, has dejado entrar al colgado este.

El chico se queda en el centro de la pequeña superficie de la tienda, mirando. Fontaine cierra la puerta, da una sola vuelta al cerrojo, y se retira detrás del mostrador. Hace todo esto sin bajar el revólver, evitando acercarse al chico, y sin quitarle los ojos de encima.
Los ojos del chico se abren al ver la bandeja con los relojes.

- Lo primero es lo primero - dice Fontaine, retirando la bandeja con la mano libre -. Veamos.

Señala el reloj en la mano del chico.

- Dame - ordena, golpeando sobre el descolorido logotipo dorado de Rolex sobre una almohadilla de piel sintética, acolchada, de color verde oscuro.

El chico parece entenderlo. Deja el reloj en la almohadilla, y cuando retira la mano Fontaine le ve las uñas, las descuidadas uñas de bordes negros.

- Mierda - murmura Fontaine -. Retírate, ahí, un momento - dice, señalando el sitio amablemente con el cañón de la Smith & Wesson. El chico da un paso atrás.

Sin dejar de vigilar al chico, Fontaine rebusca en el bolsillo izquierdo de la gabardina y saca una pequeña lente de aumento de relojero, y se la pone en el ojo izquierdo.

- No te muevas, ¿eh? No quieres que se dispare la pistola...

Levanta el reloj, y se permite un rápido vistazo a través de la lente. Silba entre dientes, muy a su pesar.

- Jaeger LeCoultre. - Alza la cabeza y mira; el chico no se ha movido. Vuelve al reloj, esta vez observa las marcas de la caja. - Royal Australian Air Force, 1953 - traduce -. ¿Dónde has robado esto?

Nada.

- Está casi en perfectas condiciones. - Fontaine se siente, de pronto, profunda e inesperadamente perdido -. ¿Es una reproducción?

Nada.

Fontaine mira a través de la lente, y piensa que quiere este reloj.

- ¿Todo original?

Lo deja sobre la almohadilla verde, encima del desgastado símbolo de la corona, observando que la correa de piel de becerro ha sido cosida a mano a unas barras permanentes en dos lados de la esfera. Tan solo este trabajo, que reconoce como italiano o austríaco, podría costar más que algunos de los relojes de la bandeja. El chico lo recoge inmediatamente.





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11.01.2020

Relojes en la literatura (69)




Título: La sombra del viento

Autor: Carlos Ruiz Zafón

Fragmento:


De regreso a casa, crucé frente a la relojería del barrio. Don Federico me saludó desde el mostrador, haciéndome señas para que entrase en su establecimiento. El relojero era un personaje afable y sonriente que nunca se olvidaba de felicitar una fiesta y al que siempre se podía acudir para solventar cualquier apuro, con la tranquilidad de que él encontraría la solución. No pude evitar sentir un escalofrío al saberle en la lista negra del inspector Fumero, y me pregunté si debía avisarle, aunque no imaginaba cómo sin inmiscuirme en materias que no eran de mi incumbencia. Más confundido que nunca, entré en la relojería y le sonreí.

- ¿Qué tal, Daniel? Menuda cara traes.

- Un mal día - dije -. ¿Qué tal todo, don Federico?

- Sobre ruedas. Los relojes cada vez están peor hechos y me harto a trabajar. Si esto sigue así, voy a tener que coger un ayudante. Tu amigo, el inventor, ¿no estaría interesado? Seguro que tiene buena mano para esto.





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12.05.2020

Relojes en la literatura (76)




Título: A Contrarreloj. Paul Davis. Quinta temporada: Cazadores de vampiros

Autor: J. G. Chamorro

Fragmento:


Por encima de la manga izquierda sobresalía un reloj, también de color negro. Deslicé el tejido un par de centímetros, y comprobé que era un Casio GW-M5600, un reloj de la gama G-Shock de Casio, diseñado y construido para ser cómodo, ligero y resistente. Curiosamente era un reloj concebido inicialmente para el público masculino, aunque como sus dimensiones no eran tan enormes como las de otros modelos, no era anómalo encontrarlo en las muñecas femeninas. Claro que ellas solían preferir sus variantes de colores, en azul "navy", amarillo "yellow positive" o en naranja. En cambio aquella chica había optado por la versión estándar, la que era tan negra como su ropa. Precisamente la variante más popular, la más vendida. ¿Acaso debíamos culparla por ello?

- Puedo asegurarles que esta mujer no es una vampira -. Pronuncié ante el asombro de la multitud.




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2.10.2021

Relojes en la literatura (89)




Título: Purgatorio, la decadencia de un sueño

Autor: Nathalia Tortora

Fragmento:


- ¿No hay relojes en este lugar?

- Solo en el comedor. Y yo todavía no lo sé leer.

La pelirroja suspiró. Añadiría eso a la lista mental de cosas indispensables sin las cuales no podría sobrevivir. Por el momento, el listado era sencillo: ropa, maquillaje y un reloj. Ah, y posiblemente un mp3 o un equipo de música. Asumía que pedir una computadora era demasiado, si es que existían allí.





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10.18.2020

Relojes en la literatura (65)




Título: Persiguiendo a Bukowski

Autor: Robert E. Howard

Fragmento:


- ¿Qué has hecho en la 431? - Me soltó casi ahogándose por el sofoco.

Me quedé patedefuá. Pensé que el gordo había perdido por fin la chaveta.

- Lo mismo que en las otras habitaciones - respondí, alzando las cejas -. Hacer las camas, quitar el polvo, pasar la aspiradora...

- Esto es muy grave, Maldon. Alguien ha robado un reloj en la 431.

- ¿Un reloj?

- Sí.

Me encogí de hombros.

- Yo sólo he hecho mi trabajo. Ni siquiera he visto ese reloj del que me hablas, Robert. No es asunto mío.

El gordo se rebotó.

- En eso te equivocas. A partir de este momento, ese reloj es asunto de todos los que trabajan en este hotel, y si consideras que a ti no te incumbe, ¿sabes lo que eso significa?

- ¿Es una pregunta retórica?

La jeta de Robert adquirió el color de un tomate maduro a punto de reventar.

- No estás en condiciones de hacerte el gracioso, Maldon. Ha ocurrido en una de tus habitaciones. Deberías estar preocupado.

Bocazas. Me quedé sin saber lo que significaba.

- Bueno, yo no he sido. Sólo puedo decir eso.

- Está bien. Tendrás que pasar un control a la salida.

- Vale.

- Y tendré que registrar tu taquilla.

- Adelante.

En mi taquilla sólo había perchas y restos de otros naufragios de tíos que habían pasado antes que yo por allí. Lápices, un paquete de chicles, algunos folletos y cosas así. Yo no me había molestado en limpiarla.

El gordo se dio la vuelta decepcionado.

- Muéstrame tu cartera, por favor. - Dijo a continuación.

- ¿Mi cartera?

Con gesto de resignación y un bufido de incredulidad la saqué de mi bolsillo y abrí cada uno de sus departamentos. Había poca cosa que ver allí.

- Oiga - le dije -. ¿Cómo puede estar seguro de que el cliente no está mintiendo?

Entonces Robert me miró como si, de pronto, yo me hubiera puesto a hacer el pino.

- El cliente siempre tiene razón.

Ni que decir tiene que el dichoso reloj no apareció jamás. Corrieron rumores de que el peluco era un Cartier con incrustaciones de brillantes. Otros se apuntaban a la teoría de un Rolex putamadre con antena parabólica. Total, que al final lo único de lo que todos estábamos seguros era de que no se trataba del Big Ben. El seguro del hotel se hizo cargo de la historia y aquí paz y después gloria.





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11.07.2020

Relojes en la literatura (71)




Título: La perla rusa

Autor: Phavy Prieto

Fragmento:


- ¡Que mierda! - Grité al comprobar que no funcionaba.

Era un móvil de esos modernos que no se le puede sacar la batería, ¡un fastidio! Probé a mantener el botón de encendido pulsado, pero nada… Lo puse a cargar y tampoco iba. ¡Había muerto! ¡Me había quedado sin teléfono!

- ¡Genial! ¡Una buena forma de comenzar el lunes! - Grité mientras me levantaba de mal humor porque ahora ni siquiera sabría qué hora era. Sí, era una de esas tantas miles de personas que no usaban reloj porque, ¿para qué? Si ya tenía el teléfono que me la decía a cada momento.

Me duché a la velocidad de la luz y me puse un vestido fresco, pero de color sobrio, algo ajustado y ceñido al pecho con tacones bajos. Me maquillé un poco y me atusé el pelo para darle volumen. Salí de casa cogiendo el bolso e inexplicablemente cogí también el móvil, tal vez algún alma caritativa de la oficina - dícese Jaime el informático - , pudiera salvar la vida de mi agonizante teléfono





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12.17.2020

Relojes en la literatura (79)




Título: Héroes y villanos

Autor: Angela Carter

Fragmento:


Marianne tenía ojos penetrantes, fríos, y mal genio, pero su padre la amaba. El padre era Profesor de Historia; en el comedor familiar, sobre el aparador en que guardaban la heredada vajilla de acero inoxidable, tenía un reloj al que daba cuerda todas las mañanas.

Marianne pensaba que el reloj era la mascota de su padre, como lo fuera el conejito para ella, pero el conejito murió pronto y se lo entregaron al Profesor de Biología para que lo destripara, mientras que el reloj continuó con su inescrutable tic-tac. Marianne concluyó, pues, que el reloj era inmortal, pero esto no la impresionó. Mientras comía, sentada a la mesa, observaba con indiferencia el movimiento de las manecillas, pero nunca sentía que el tiempo pasase, pues estaba congelado alrededor de ella en ese apartado lugar, donde una quietud pastoral se adueñaba de todo y el infatigable reloj tallaba las horas en esculturas de hielo.




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11.17.2020

Relojes en la literatura (73)




Título: Yo, el ministro. Un viaje perdido

Autor: Nirca Stevenson

Fragmento:


Luego guardé el móvil, y apoyé mis codos sobre el soporte de piedra, mientras los pensamientos se me iban, y la tarde transcurría a ritmo tan lento, que casi podía sentirla arrastrar los pies entre el segundero de mi Casio de sustitución. Lo miré. Sí, necesitaba un reloj más "serio", aquel W-59 parecía una pulsera de plástico de juguete... Tal vez debía comprarme un nuevo G-Shock, como el que había llevado conmigo durante tantos años.

- ¡Hola! ¿Puedo sentarme?

Era pelirroja. Vieja, arrugada como una pasa, con labios torcidos, una línea un tanto titubeante en la raya de sus ojos, y con un vestido estampado oscuro pasadísimo de moda. Pero pelirroja.





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