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11.24.2020

Relojes en la literatura (74)




Título: Esta vida no es la vida

Autor: Monseñor Gaume

Fragmento:


¡Vosotros no admitís la creación! Admitís, pues, efectos sin causa, ríos sin fuentes, casas sin artífice, relojes sin relojero, cuadros sin pintor.




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11.17.2020

Relojes en la literatura (73)




Título: Yo, el ministro. Un viaje perdido

Autor: Nirca Stevenson

Fragmento:


Luego guardé el móvil, y apoyé mis codos sobre el soporte de piedra, mientras los pensamientos se me iban, y la tarde transcurría a ritmo tan lento, que casi podía sentirla arrastrar los pies entre el segundero de mi Casio de sustitución. Lo miré. Sí, necesitaba un reloj más "serio", aquel W-59 parecía una pulsera de plástico de juguete... Tal vez debía comprarme un nuevo G-Shock, como el que había llevado conmigo durante tantos años.

- ¡Hola! ¿Puedo sentarme?

Era pelirroja. Vieja, arrugada como una pasa, con labios torcidos, una línea un tanto titubeante en la raya de sus ojos, y con un vestido estampado oscuro pasadísimo de moda. Pero pelirroja.





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11.11.2020

Relojes en la literatura (72)




Título: Vida y misterio de Jesús de Nazaret

Autor: José Luis Martín Descalzo

Fragmento:


No está en la razón ni en los progresos de la ciencia, como suele creerse. La verdad es que nosotros, modernos, amamos el orden, lo amamos con todo nuestro corazón, lo amamos por encima de todo, lo idolatramos. No queremos que se trastorne el orden ni por un mensaje del Rey de reyes. Y nuestra concepción del orden es lo más mezquino, lo más avaro que hay, lo más coriáceo, más materialista, más estúpido. En todos los dominios, aún en el del espíritu, lo que veneramos es el orden policíaco, el orden totalitario, el orden de un mecanismo preciso y riguroso, como el del reloj tic, tac, tic, tac, tic, tac, por los siglos de los siglos. Este rigor y esta monotonía nos tranquilizan, no hay sorpresa posible. Odiamos por instinto todo lo que venga a interrumpir esa monotonía.

En semejante concepción del orden universal no hay el menor lugar para el milagro.





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11.07.2020

Relojes en la literatura (71)




Título: La perla rusa

Autor: Phavy Prieto

Fragmento:


- ¡Que mierda! - Grité al comprobar que no funcionaba.

Era un móvil de esos modernos que no se le puede sacar la batería, ¡un fastidio! Probé a mantener el botón de encendido pulsado, pero nada… Lo puse a cargar y tampoco iba. ¡Había muerto! ¡Me había quedado sin teléfono!

- ¡Genial! ¡Una buena forma de comenzar el lunes! - Grité mientras me levantaba de mal humor porque ahora ni siquiera sabría qué hora era. Sí, era una de esas tantas miles de personas que no usaban reloj porque, ¿para qué? Si ya tenía el teléfono que me la decía a cada momento.

Me duché a la velocidad de la luz y me puse un vestido fresco, pero de color sobrio, algo ajustado y ceñido al pecho con tacones bajos. Me maquillé un poco y me atusé el pelo para darle volumen. Salí de casa cogiendo el bolso e inexplicablemente cogí también el móvil, tal vez algún alma caritativa de la oficina - dícese Jaime el informático - , pudiera salvar la vida de mi agonizante teléfono





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11.01.2020

Relojes en la literatura (69)




Título: La sombra del viento

Autor: Carlos Ruiz Zafón

Fragmento:


De regreso a casa, crucé frente a la relojería del barrio. Don Federico me saludó desde el mostrador, haciéndome señas para que entrase en su establecimiento. El relojero era un personaje afable y sonriente que nunca se olvidaba de felicitar una fiesta y al que siempre se podía acudir para solventar cualquier apuro, con la tranquilidad de que él encontraría la solución. No pude evitar sentir un escalofrío al saberle en la lista negra del inspector Fumero, y me pregunté si debía avisarle, aunque no imaginaba cómo sin inmiscuirme en materias que no eran de mi incumbencia. Más confundido que nunca, entré en la relojería y le sonreí.

- ¿Qué tal, Daniel? Menuda cara traes.

- Un mal día - dije -. ¿Qué tal todo, don Federico?

- Sobre ruedas. Los relojes cada vez están peor hechos y me harto a trabajar. Si esto sigue así, voy a tener que coger un ayudante. Tu amigo, el inventor, ¿no estaría interesado? Seguro que tiene buena mano para esto.





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10.28.2020

Relojes en la literatura (68)




Título: Sucedió mañana

Autor: Robert Bloch

Fragmento:


Las dificultades comenzaron con el reloj despertador.

Comenzó a sonar en el estómago de Dick Sheldon.

Al menos, esto fue lo que Sheldon pensó al principio, luego cambió de posición y se convenció de que la maldita cosa repiqueteaba en algún lugar de su cabeza.

La razón vino a su rescate. Había estado bebiendo la noche anterior, era cierto; pero sin duda alguna no había llegado al punto de tragarse un reloj despertador.

No, el ruido debería provenir del reloj que está en el buró, cerca de la cama.

Sheldon extendió la mano delgada lentamente de debajo de las cobijas y la colocó sobre el buró, palpando, como si sus dedos fueran los tentáculos vacilantes de un pulpo ciego, hasta que resbalaron sobre la superficie metálica del despertador, asieron la perilla sobresaliente de la alarma y lo apagaron.

"Por fin", pensó al hacerlo; pero el timbre siguió repiqueteando.

Desesperado, Sheldon abrió los ojos y se sentó. Luego, furioso y sin pensarlo, extendió el brazo y cogió el maldito aparato, arrancó literalmente la perilla al pasarla al lado marcado como "apagado".

La alarma siguió sonando.

Con la furia que le producía la jaqueca, Dick Sheldon lanzó la manta hacia un lado, asiendo el reloj con la mano derecha y se puso en pie. Luego lo lanzó contra el suelo al tiempo que murmuraba palabras apropiadas al momento.

El despertador se deshizo en medio de ruidos metálicos. Sheldon se quedó mirándolo con disgusto reflejado en el rostro.

- ¡Éste es mi día! - murmuró sarcásticamente.





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10.25.2020

Relojes en la literatura (67)




Título: Las sirenas de Titán

Autor: Kurt Vonnegut Jr.

Fragmento:


Tendió el reloj hacia la luz del sol, a fin de que bebiera el elemento que era para los relojes solares lo que el dinero para los hombres de la Tierra.





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10.21.2020

Relojes en la literatura (66)




Título: Lentejuelas

Autor: Gary Jennings

Fragmento:


- Tienes que buscar una buena esposa, y una buena esposa debe poseer ciertas cualidades. Una buena esposa debe ser como el reloj del ayuntamiento. Puntual y regular.

- iNo, señor, eso sería una mala esposa! ¡Cuando hablase la oiría toda la ciudad!





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10.18.2020

Relojes en la literatura (65)




Título: Persiguiendo a Bukowski

Autor: Robert E. Howard

Fragmento:


- ¿Qué has hecho en la 431? - Me soltó casi ahogándose por el sofoco.

Me quedé patedefuá. Pensé que el gordo había perdido por fin la chaveta.

- Lo mismo que en las otras habitaciones - respondí, alzando las cejas -. Hacer las camas, quitar el polvo, pasar la aspiradora...

- Esto es muy grave, Maldon. Alguien ha robado un reloj en la 431.

- ¿Un reloj?

- Sí.

Me encogí de hombros.

- Yo sólo he hecho mi trabajo. Ni siquiera he visto ese reloj del que me hablas, Robert. No es asunto mío.

El gordo se rebotó.

- En eso te equivocas. A partir de este momento, ese reloj es asunto de todos los que trabajan en este hotel, y si consideras que a ti no te incumbe, ¿sabes lo que eso significa?

- ¿Es una pregunta retórica?

La jeta de Robert adquirió el color de un tomate maduro a punto de reventar.

- No estás en condiciones de hacerte el gracioso, Maldon. Ha ocurrido en una de tus habitaciones. Deberías estar preocupado.

Bocazas. Me quedé sin saber lo que significaba.

- Bueno, yo no he sido. Sólo puedo decir eso.

- Está bien. Tendrás que pasar un control a la salida.

- Vale.

- Y tendré que registrar tu taquilla.

- Adelante.

En mi taquilla sólo había perchas y restos de otros naufragios de tíos que habían pasado antes que yo por allí. Lápices, un paquete de chicles, algunos folletos y cosas así. Yo no me había molestado en limpiarla.

El gordo se dio la vuelta decepcionado.

- Muéstrame tu cartera, por favor. - Dijo a continuación.

- ¿Mi cartera?

Con gesto de resignación y un bufido de incredulidad la saqué de mi bolsillo y abrí cada uno de sus departamentos. Había poca cosa que ver allí.

- Oiga - le dije -. ¿Cómo puede estar seguro de que el cliente no está mintiendo?

Entonces Robert me miró como si, de pronto, yo me hubiera puesto a hacer el pino.

- El cliente siempre tiene razón.

Ni que decir tiene que el dichoso reloj no apareció jamás. Corrieron rumores de que el peluco era un Cartier con incrustaciones de brillantes. Otros se apuntaban a la teoría de un Rolex putamadre con antena parabólica. Total, que al final lo único de lo que todos estábamos seguros era de que no se trataba del Big Ben. El seguro del hotel se hizo cargo de la historia y aquí paz y después gloria.





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10.13.2020

Relojes en la literatura (63)




Título: El coleccionista de relojes extraordinarios

Autor: Laura Gallego

Fragmento:


El joven sabía que había llegado a tiempo, pero no por ello bajó la guardia. Podía sentir perfectamente la impaciencia de lord Clayton. Sabía lo que sucedería sí se interponía entre aquel hombre y lo único que ansiaba en el mundo, pero no tenía otra opción.

- ¡Tres!

Por fin el objeto había hecho su aparición sobre el mantel de terciopelo que cubría la mesa. Lord Clayton había tenido que contenerse para no saltar sobre él.

Era un reloj.

El legendario reloj de Madame Deveraux, una cortesana que había vivido en el París del siglo XVII y que había recibido aquel lujoso regalo de manos del mismísimo rey de Francia. Aquel objeto era una joya: se trataba de un reloj de mesa caprichosamente labrado en oro y adornado con figuras de querubines que sostenían el sol, la luna y los planetas, y giraban con lentitud, ejecutando una pausada danza, en torno a la esfera, de manecillas de oro y cuajada de refulgentes piedras preciosas.

- ¡Cuatro!

El reloj Deveraux no tenía precio, pero lo habían sacado a subasta aquel día. Desde su puesto al final de la sala, Jeremiah casi podía visualizar a lord Clayton frunciendo el ceño y clavando las uñas en los brazos de su asiento. Para todas las personas reunidas en aquella sala, el reloj Deveraux era una joya de incalculable valor. Para dos de ellas, en cambio, contenía un secreto que jamás había sido desvelado. Uno de los dos deseaba descubrirlo; el otro, ocultarlo.

- ¡Cinco!

Los más poderosos pujaron por el reloj. Lord Clayton permaneció callado, en tensión, mientras las cifras ofrecidas por aquel extraordinario objeto se disparaban una y otra vez. Finalmente, cuando parecía que el reloj Deveraux iba a caer en manos de un nuevo rico que no lo encontraba bello, pero que deseaba demostrar que estaba a la altura de los nobles más encopetados, la voz de lord Clayton se alzó entre la multitud, fría y desafiante, ofreciendo por el reloj mucho más de lo que nadie estaba dispuesto a pagar.

Hubo murmullos en el salón. Todos conocían la inmensa fortuna de lord Clayton; sabían que podía comprar cualquier cosa que deseara. Tras un breve forcejeo verbal, el acaudalado burgués bajó la cabeza y reconoció su derrota: se veía incapaz de mejorar la oferta del noble.




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