El rayo del tiempo pasa cada vez más rápido. A mediados de agosto, cada vez se llega más pronto al fin del día.
En cuanto una persona se distrae (para ser feliz y estar bien), pasan tres horas escondidas dentro de una. Eran las 5 de la tarde y, después de leer un poco, de repente son las 8 de la noche.
"¡¿Ya ?!", es la pregunta más frecuente que se hace en casa. Quizás la velocidad es el precio de la alegría. La vida son dos días, pero solo el primero tiene 24 horas. El segundo no es más de 5 o 6. Se termina con la desagradable sensación de haber sido robado.
Los dolores y desgracias son las únicas cosas que devuelven el tiempo a la vida. En casos extremos, que son mucho más grandes de lo que piensas, te hacen querer que el tiempo termine y te lleve la vida. Algo que terminará haciendo incluso con las personas más saludables, que el tiempo y la vejez les robarán la salud hasta que les den la muerte, deseada o no, pero siempre predecible, más tarde o más temprano.
¿Por qué el tiempo comienza a acelerarse cuando finalmente comenzamos a darle valor, e incluso a amarlo? Cuando eres joven, te gusta el tiempo para esto o aquello. Cuando ganas juicio, aprecias el tiempo solo por él mismo. El "para qué" deja de interesar. Más: es la ausencia de un "para" premeditado lo que lo hace tan valioso.
Las personas que dicen que les gustaría tener tiempo "para" aún no se han dado cuenta del tiempo: tienen suerte. El tiempo no es solo un recurso finito. Es nuestra aproximación hacia el momento en que no volveremos a existir. Es la única cosa que aún tenemos. Es la vida.