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6.09.2020

Relojes en la literatura (27)



Título: Libro de la vida.

Autor: Santa Teresa de Ávila.

Fragmento:


Y así ahora no me parece hay para qué vivir sino para esto, y lo que más de voluntad pido a Dios. Le digo algunas veces con toda ella: "Señor, o morir o padecer; no os pido otra cosa para mí". Me da consuelo oír el reloj, porque me parece me allego un poquito más para ver a Dios al ver que pasa otra hora más de esta vida.

8.10.2020

Relojes en la literatura (43)



Título: Las estrellas son la estigia.

Autor: Theodore Sturgeon.

Fragmento:


- Anson - dijo, y Anson incrementó su atención. Era sorprendente; el doctor no imaginó que pudiera hacerlo -. Anson, escucha. - Se arremangó y le mostró el reloj-. Reloj. Reloj.

Lo mantuvo cerca y luego lo puso junto al oído de Anson.

Anson gorjeó encantado.

- Tictac - imitó.

Luego agachó la cabeza y escuchó con cuidado al doctor repitiendo la palabra.

- Loj. R-loj. Reloj - dijo luego, y aplaudió igual que como lo había hecho la señorita Jarrell.

- Muy bien, señorita Jarrell. Es bastante por ahora. Apáguelo.

Oyó como ella contenía la respiración y pensó que iba a decir algo. La miró a la cara cuando ella no lo hizo.

- Todo va bien, señorita Jarrell. Nos ocuparemos de él.

6.15.2020

Relojes en la literatura (28)



Título: Razones para la alegría.

Autor: José Luis Martín Descalzo.

Fragmento:


Y hay, por fortuna, muchas familias en que padres, hermanos, hijos tienen ese tesoro, el mayor y tal vez el único que vale la pena de recibir en herencia. Y existe este cariño generalmente tanto más cuanto más sencilla es la familia, porque aseguran que la felicidad es como los relojes: que cuanto menos complicados son, menos se estropean.

7.19.2020

Relojes en la literatura (37)



Título: Campo de concentración.

Autor: Thomas Disch.

Fragmento:


Elementos del Mundo Cotidiano: Los relojes. Los relojes de los pasillos, demasiado grandes, haciendo publicidad a sus fabricantes, consagrándose a la neutralidad, ansiosos de no estar ansiosos, como los relojes de los edificios públicos. Sin embargo, el minutero no se mueve con la corriente lenta, imperceptible, de otras piezas eléctricas de tiempo, sino con saltos de medio minuto: abruptos, enervantes. El minutero es una flecha, pero una que ha sido trasladada del movimiento lineal al rotatorio. Primero el gangueo de la cuerda, seguido inmediatamente del golpe mortal; luego, por un momento, vibra en el blanco. Uno se vuelve reacio a pedirle la hora a tal invento.

9.09.2020

Relojes en la literatura (51)



Título: Un caso de conciencia

Autor: James Blish

Fragmento:


- No obstante, no me cabe duda de que llegado el caso ustedes podrían componérselas aun sin gran acopio de hierro. La maquinaria de madera con que cuentan ustedes es lo bastante precisa para contentar a cualquier ingeniero. Tengo la impresión de que muchos de ellos han olvidado que en el pasado también nosotros la utilizábamos.

"La prueba está en un reloj que tengo en casa. Se trata de uno de esos llamados de cuco, que da las horas y cuartos. Tiene dos siglos de antigüedad y fue totalmente tallado en madera, a excepción de las pesas, y aún sigue funcionando con precisión. Puedo decirle a este respecto que mucho después de que los barcos empezaran a construirse de plancha metálica, el palo santo se utilizaba para fabricar los timones e instrumentos que marcaban la derrota de la nave".

- La madera es un excelente material para casi todos los usos - convino Chtexa - El único inconveniente que presenta en relación con los materiales cerámicos o con el metal es su variabilidad. Es preciso conocerla a fondo para concretar sus propiedades partiendo de las distintas clases de árboles. Ni qué decir tiene que las piezas más delicadas pueden obtenerse mediante moldes cerámicos adecuados. En este caso, la presión interna dentro del molde aumenta hasta tal punto por efectos de la dilatación que la pieza resultante posee una estructura muy compacta. En cuanto a las partes de mayores dimensiones pueden rectificarse directamente del madero con piedra arenisca y pulimentarse con pizarra. Por nuestra parte consideramos que la madera es un material agradecido para trabajar con él.

Sin que supiera muy bien por qué, Ruiz-Sánchez se sintió un poco avergonzado. Era un reflejo, ampliado, del mismo sentimiento de vergüenza que experimentaba a la vista del viejo reloj de cuco de la Selva Negra siempre que retornaba a la Tierra.

Teóricamente, los varios relojes eléctricos que tenia en su hacienda de las afueras de Lima deberían haber funcionado bien, sin ruidos y ocupando menos espacio. Pero las razones que movieron a fabricarlos, fueron de orden puramente técnico y comercial.

Como resultado de ello, la mayor parte marchaban con una especie de ligero ronqueo asmático o gemían sin estridencias pero lúgubremente a horas intempestivas. Todos tenían una "línea aerodinámica", eran más grandes de la cuenta y resultaban poco estéticos. Ninguno marcaba la hora exacta, y varios de ellos no podían ajustarse por ir provistos de un motor de velocidad constante que accionaba una caja de engranajes muy sencilla. Era, pues, una inexactitud irremisible porque obedecía a un defecto de fabricación.

En cambio, el reloj de cuco funcionaba sin altibajos. Cada cuarto de hora se abría una de las dos portezuelas de madera, salía una codorniz que emitía un sonido de alerta, y cuando señalaba la hora, salía primero la codorniz y después el cuco, cuyas llamadas iban precedidas por el repique de una campanilla. Para este reloj, mediodía y medianoche eran más que una simple operación de rutina: constituían todo un ceremonial. El desfase horario del viejo reloj no excedía de un minuto por mes, ello a cambio, tan sólo, de subir las pesas todas las noches antes de acostarse.

El relojero que lo construyó había muerto antes de que Ruiz-Sánchez naciera. Como contraste a todo ello, posiblemente el jesuita habría tenido que desechar por lo menos una docena de relojes eléctricos de serie en el transcurso de su vida, que era lo que pretendían sus fabricantes. En efecto, dichos relojes eran consecuencia directa del "desgaste programado", aquel delirio por el derroche y el despilfarro que asoló las Américas durante la segunda mitad del siglo pasado.

9.16.2020

Relojes en la literatura (54)



Título: Razones para la esperanza

Autor: José Luis Martín Descalzo

Fragmento:


El pasado domingo conté en este cuadernillo la historia del incendio de mi casa, vista desde la altura del pequeño corazón que yo entonces tenía. Pero un suceso como ése tiene siempre en las pequeñas ciudades -y mi Astorga infantil lo era- un ancho resonar de muchas vibraciones. Y así fue como aquella tragedia familiar me permitió a mí, niño, explorar numerosos continentes desconocidos dentro del alma humana. Descubrí, por ejemplo, la para mí inexplicable voracidad de los que se aprovechan de la desgracia ajena: ¿quién, por ejemplo, robó aquel reloj que pendía de un clavo en una pared que quedó intacta y en la que el clavo permaneció allí como una denuncia del artero ladrón? Entendí, por ejemplo, las anchas zonas de irracionalidad que hay en el hombre cuando el miedo le domina. Me río aún de la persona que, queriendo ayudarnos, tiró desde un segundo piso lo más preciado que en casa teníamos, una estupenda vajilla de la abuela. Comprendí qué falsos son los refranes que anuncian que no hay amigos en la hora de la desgracia: veo aún a aquel sacerdote -sólo desde aquel día conocido y amigo- que, ensotanado y con manteo, entró varias veces en la casa en llamas para ayudar a los míos.

Sí, aprendí muchas cosas aquel día, pero una sobre todas. Porque en mi Astorga infantil la gente se quería (aunque a veces, como se verá, se mezclasen al amor otros sentimientos), y así, a las pocas horas del incendio teníamos ya el ofrecimiento de varias casas en las que cobijarnos y todas ellas sin que nadie hablara siquiera de dinero, ¿Quién dijo que el egoísmo es el rey del mundo?


7.29.2020

Relojes en la literatura (39)



Título: La ética del hacker.

Autor: Pekka Himanen.

Fragmento:


En Montaillou aún era, en gran medida, el trabajador y no el reloj quien determinaba el ritmo. En la actualidad, un zapatero que se dedicara a dejar el trabajo y tomarse un vaso de vino con un amigo al mediodía sería despedido sin que se tuviera en consideración cuántos zapatos produce ni la perfección de su labor. Esto es así porque los trabajadores de nuestro tiempo no disfrutan ya de la misma libertad de gobernar su propio tiempo que un zapatero remendón o un pastor en la "oscura" Edad Media. Por supuesto, ninguna descripción de lo que era el trabajo medieval quedaría completa sin mencionar que la tierra era explotada por los siervos de la gleba, pero, hecha esta importante salvedad, cabe decir que, mientras se cumplieran con una serie de metas razonables, nadie supervisaba el uso que del tiempo hacían los trabajadores en la Edad Media.

Sólo en los monasterios la actividad se hallaba vinculada al reloj; por tanto, una vez más, el antecedente histórico de la ética protestante debe buscarse en las comunidades monacales. De hecho, cuando se leen las reglas que regían la vida monástica, a menudo se tiene la sensación de estar leyendo una descripción de las prácticas dominantes en las empresas contemporáneas. La regla de san Benito es un buen ejemplo de ello. Enseña que las tareas de vida tienen que "ser siempre repetidas a las mismas horas y del mismo modo". Estas "Horas" consistían en las siete Horas de los oficios canónicos (horas oficiis): alba Laudes (laudes) 9 de la mañana; Prima (prima) mediodía; Sexta (sexta) 3 de la tarde; Nona (nona) 6 de la tarde; Vísperas (vespera) anochecer; Completas (completorium, al final del día); noche Maitines (matutinae). Las horas canónicas circunscribían el tiempo para todas las actividades. De acuerdo con esta distribución, el tiempo de levantarse era siempre el mismo, como el de acostarse. El trabajo, el estudio y las comidas tenían también asignadas horas exactas.

Bajo la regla de san Benito, cualquier desvío respecto al horario establecido para el conjunto de la vida era un acto castigable.

8.17.2020

Relojes en la literatura (46)



Título: Cánticos de la lejana Tierra.

Autor: Arthur C. Clarke.

Fragmento:


Si ves que un objeto tiene un bonito diseño - su ejemplo favorito era el reloj digital - tiene que haber un planificador, un creador, detrás de él. Sólo hay que mirar la Naturaleza.

6.22.2020

Relojes en la literatura (30)



Título: Volver a empezar.

Autor: Ken Grimwood.

Fragmento:


Chateaugay pagaba 20,80 dólares. Pensativo, Jeff intentó buscar en su bolsillo el reloj calculadora Casio y se echó a reír al darse cuenta del tiempo que faltaba aún para que existieran esos aparatos. Cogió una servilleta de la barra e hizo unos cuantos cálculos con bolígrafo.

La mitad de 2.300 multiplicado por 20,8, menos el 30 por ciento de Frank Maddock por ponerle la apuesta... Jeff había ganado alrededor de diecisiete mil dólares.

Lo más importante era que la carrera había terminado tal como él recordaba.

Tenía dieciocho años y sabía todas las cosas importantes que iban a ocurrir en el mundo en las próximas dos décadas.

7.09.2020

Relojes en la literatura (35)



Título: Campo de concentración.

Autor: Thomas Disch.

Fragmento:


El universo es como un reloj, y no puede tenerse un reloj sin un relojero.

4.20.2020

Relojes en la literatura (14)



Título: Sobre un pálido caballo.

Autor: Piers Anthony.

Fragmento:


Vio algo que emitía luz de forma intermitente. Era un reloj compacto en la muñeca de la Muerte muerta que difícilmente podía tener relación con el cadáver de Zane, quien había estado demasiado arruinado para rescatar su reloj de la casa de empeño. Seguramente formaba parte del equipo. Se inclinó, con cierta repugnancia, para quitárselo; después lo puso en su muñeca. Era pesado, unos cien gramos, pero se acopló con facilidad, como si le perteneciera, y la luz intermitente cesó. Era evidente que el reloj había llamado su atención para no pasar inadvertido; aquello concordaba con el oficio. Por supuesto era de un negro de luto; un instrumento con cuerda automática que parecía deslustrado, pero caro.

-¿Por qué utilizaría la Muerte un reloj mecánico, aunque fuera de buena calidad, en lugar de un sofisticado electrónico, o un reloj de sol mágico en miniatura? -Zane no podía contestar en aquel momento-. Tal vez el último que había ocupado el cargo de la Muerte fuera un conservador empedernido. Podría haber vivido siglos, antes de descuidarse y prescindir de las precauciones básicas.

(...)

El reloj empezó a destellar, llamando su atención. Era mecánico, pero había algo mágico en él. Las luminosas manecillas indicaban las ocho y cinco de la tarde, la hora correcta. Pero el secundario concéntrico rojo se estaba moviendo. No lo había hecho antes; los segundos se marcaban en una pequeña esfera insertada a la izquierda, en la parte opuesta a la ventanilla del calendario, que estaba a la derecha. Su pequeña manecilla continuaba moviéndose, y así supo que la función no había sido asumida por el secundario. ¿Qué estaba haciendo la manecilla roja? Mientras observaba, el secundario sobrepasó la señal del mediodía... y la manecilla de la pequeña esfera minutero situada debajo retrocedió desde nueve hasta ocho. El cronómetro estaba funcionando y ahora observó que corría hacia atrás. La manilla del secundario se movía en sentido contrario a las manecillas del reloj. ¿Qué clase de cronómetro era éste? Un cronómetro cuenta atrás, dedujo. El reloj le estaba diciendo que tenía menos de ocho minutos para hacer algo, o ir a alguna parte. Pero ¿qué, o dónde? Un escalofrío bajó por su espalda. Él era la Muerte, o un pobre facsímil de ella. ¡Tenía que ir y recoger su primer alma! Se rebeló. ¡No había buscado aquel empleo! Sólo las más extrañas coincidencias le habían llevado a esta increíble situación.

4.22.2022

José Zorrilla. El Reloj



Cuando en la noche sombría
con la luna cenicienta,
de un alto reloj se cuenta
la voz que dobla a compás.

Si al cruzar la extensa plaza
se ve en si tarda carrera
rodar la mano en la esfera
dejando un signo detrás.

7.31.2020

Relojes en la literatura (40)



Título: Las furias.

Autor: Keith Roberts.

Fragmento:


La vela se había terminado; la oscuridad era absoluta. Avancé hacia la caja con todas precauciones, tomé otro cabo y lo encendí. Aunque pequeño, el resplandor de la llama reconfortaba. En la oscuridad, podía ocurrir cualquier cosa. Miré el reloj. Seguía marcando las nueve y cuarto. Me lo quité de la muñeca y lo metí en el bolsillo. Si hay alguna cosa que odie en este mundo es un reloj que no funcione. Me sentía mejor sin él.




9.26.2020

Relojes en la literatura (57)



Título: A contrarreloj. Paul Davis. El hombre de los dos relojes

Autor: J. G. Chamorro

Fragmento:


Al llegar al bungalow le hice a Franz un gesto que él comprendió de inmediato. Yo no quería hablar allí, probablemente nos escuchasen o nos estuvieran vigilando. Puse a cargar mi teléfono, y entre tanto, lo vinculé con el GPS que tenía el GPR-B1000. Efectivamente mientras me retuvieron me quitaron mi smartphone, pero el fiel Casio de mi muñeca con su receptor de señales de posicionamiento, sabía dónde había estado. Sólo quedaba que fuera el teléfono el que tradujera las crípticas coordenadas en forma de latitud y longitud, a puntos inteligibles en un mapa.

Estas son el tipo de cosas por las que cada vez tengo más claro que confiar en un móvil es algo poco fiable. Si lo pierdes, si se queda sin batería, si te lo roban, o si tienes la mala suerte de ser investigador privado, que te secuestren y te lo quiten, te quedarás sin nada. El reloj de Casio no solamente me permitía saber la hora, la altitud, el rumbo o la temperatura, sino también la posición. Por defecto el Casio registraba la ubicación cada minuto, se podía configurar para que lo hiciera cada cinco segundos, lo cual proporcionaba mayor precisión, sin embargo en ese modo el consumo energético era elevado, y yo siempre lo llevaba en la modalidad normal.

Instantáneamente se dibujó en la pantalla del teléfono mi recorrido. Fui haciendo "scroll" hasta llegar a lo que me interesaba. Las nueve de la mañana, hora a la que había decidido encaminarme a la piscina. Después la posición iba cambiando, seguía la autopista AP-7 hasta llegar a Jimena de la Frontera, un pequeño pueblecito situado a unos ochenta kilómetros de distancia del camping. Había obtenido la información que buscaba, y ahora, ya sabía dónde se alojaba Gabriel, el hermano de Lefka Lomba.


8.20.2020

Relojes en la literatura (47)



Título: Slan.

Autor: Alfred E. Van Vogt.

Fragmento:


¡El piso treinta y último! Con un suspiro de satisfacción Jommy se puso de pie y echó a andar por el tejado. Era ya casi de noche, pero podía ver aún la distancia que separaba el techo en que se encontraba del edificio antiguo. ¡Un salto de dos metros todo lo más, cosa fácil! Las pesadas campanadas del reloj de una torre vecina empezaron a dar la hora. ¡Una, dos... cinco... diez! Y al dar la última campanada un ruido estridente llegó a los oídos de Jommy y súbitamente, en el obscuro centro de la superficie del tejado vio un ancho agujero negro. Sorprendido, se echó al suelo, deteniendo la respiración.

Y de aquel negro agujero salió velozmente una forma de torpedo que se lanzó al firmamento estrellado. Su velocidad fue aumentando paulatinamente y al alcanzar el extremo límite de visión, de su parte posterior brotó un diminuto punto luminoso, brillante. Relució durante un momento y desapareció, como una estrella tragada por la distancia.

5.01.2020

Relojes en la literatura (16)



Título: Lentejuelas.

Autor: Gary Jennings.

Fragmento:


De repente, cuando los sirvientes llevaron bandejas de hortelanos asados con mantequilla y alcaparras, y todo el mundo admiraba en silencio el plato, Autumn levantó la cabeza, la ladeó como escuchando algo distante y dijo, extrañada:

- Un reloj acaba de pararse en alguna parte.

Todos la miraron, incluidos los sirvientes, algunos sin comprender, otros con sorpresa, pero la mirada de Magpie Maggie Hag era fija e inquisitiva. El mayordomo del comedor sonrió a Autumn y observó:

- Signorina, todavía hace tictac -y señaló el valioso reloj de bronce dorado que estaba sobre la repisa de la chimenea y cuyo péndulo oscilaba con normalidad.

- No -dijo Autumn-, no aquí. En otro lugar.

- Signorina -insistió, paciente, el hombre-. Debe de haber doscientos, o tal vez trescientos relojes en este palacio.

- No obstante -dijo Autumn-, uno de ellos se ha parado. Lo sé. Sólo de oírlo parar he sentido una punzada en el oído.

9.04.2011

Prueba: Casio F-91W, el mítico reloj "de terroristas"


Hablar del Casio F-91W es hablar de leyenda. Ningún otro reloj como este tiene tras de sí tanta historia -a pesar de su, relativamente, reciente aparición- y tanta mitología. De este reloj hay infinidad de literatura, páginas de Internet, grupos de fans, de Facebook, blogs... en suma: todo un ejército de personas afines a sus características, resistencia y cualidades. Pero, ¿qué cualidades son estas? Aquí intentaremos relatároslas.

El F-91W que hemos probado es el auténtico, el mítico, el fabricado por Casio (no es el modelo fabricado en los primeros años, muy difícil de encontrar, pero sí es el original de Casio). En concreto, es el F-91W-1YER. Como en todos los productos de consumo que son muy reclamados (o medianamente famosos), existen muchas imitaciones venidas de China que intentan engañar al consumidor u ofrecerlo a un precio más competitivo de lo que aún es, ¡más aún! Y digo "más aún" porque el precio de un F-91W ronda los 15€ o 20 €. Original, repito.

3.02.2022

Tren, Casio y ciencia



Interesante iniciativa la que ha organizado el Museo de la Ciencia de Valladolid, con la colaboración de la División Educativa de Casio España. Se trata de la XII edición del concurso de relato breve "La Ciencia y tú", en donde se pueden presentar relatos que tengan relación con la ciencia, y cuya trama se desarrolle y esté ambientada a bordo de un tren. Los que deseen participar deben enviar sus escritos (vale en poesía, narrativa, y con temáticas libres como humor, ficción, drama...) con un máximo de 750 palabras al correo participaciencia@fmcva.org poniendo su nombre y apellidos, DNI, teléfono de contacto y fecha de nacimiento. El plazo se abre mañana, y el último día de presentación de trabajos es el 5 de abril de 2022.

El concurso engloba dos categorías, una infantil y juvenil hasta los 15 años, y otra a partir de los 16 años sin límite de edad, por lo que puede participar quien lo desee. Los premios que se entregarán a los ganadores consisten en carnets de "Amigos del Museo", libros de divulgación científica y, gracias a Casio, calculadoras científicas (además de diplomas acreditativos). También tendrán invitación para asistir al evento de entrega de premios, donde se ofrecerá un espectáculo para toda la familia.

Si tienes dotes de escritor o quieres probar suerte, ¡anímate a participar!

| Redacción: ZonaCasio.com / ZonaCasio.blogspot.com




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10.01.2020

Relojes en la literatura (58)



Título: Razones para la alegría

Autor: José Luis Martín Descalzo

Fragmento:


Porque aquí voy a confesar que una de las pocas cosas en las que yo coincido con Maquiavelo es en su culto al tiempo. Reconozco, como él, que "los tiempos son más poderosos que nuestras cabezas". Y creo que es justa su afirmación de que el fracaso de los más grandes personajes de su tiempo se debía a que "todos ellos se negaban a reconocer que habrían tenido mucho más éxito si hubieran intentado acomodar sus personalidades respectivas a las exigencias de los tiempos en lugar de querer reformar su tiempo, según el molde de sus personalidades".

Y, naturalmente, yo no estoy dispuesto a modificar mis ideas por mucho que los tiempos cambien. Pero estoy dispuesto a poner todas las formulaciones externas a la altura de mis tiempos, por simple amor a mis ideas y a mis hermanos, ya que si hablo con un lenguaje muerto o un enfoque superado, estaré enterrando mis ideas y sin comunicarme con nadie.

Esto lo entendí mejor viajando por el mundo: al llegar a cada país ponía mi reloj en hora, en el nuevo horario del país visitado.

Esto no implicaba pensar que en mi país estuviéramos atrasados o adelantados o desconfiar de mi reloj. Suponía, simplemente, que yo aceptaba lo cambiante de la realidad horaria.

9.23.2020

Relojes en la literatura (56)



Título: Carreras callejeras 3

Autor: A. Bial Le Métayer

Fragmento:


- Perdone, me ha despertado la curiosidad su reloj... - Se detuvo y, sonriendo, añadió -: ¡Oh, bueno! ¡Qué descortés! Antes me presentaré. Soy Paul Davis, experto en relojes. - No sabía qué quería aquel tipo, pero dejé que siguiera hablando -. Verá, ese Montblanc 1858 Geosphere que usted lleva es muy curioso. Su complicación es inédita en el mundo de la relojería: dos hemisferios, norte y sur, que realizan una rotación completa cada 24 horas. El hemisfero norte gira como la tierra, en sentido horario, mientras que el hemisferio sur simula el movimiento del globo terráqueo, realizando giros en sentido contrario.

Giré la muñeca y lancé una mirada hacia mi reloj, y luego hacia aquel cabellero:

- Parece que es un entusiasta de Montblanc, señor Davis... - Reconocí, al darme cuenta de todo lo que sabía sobre mi reloj. El desconocido se echó a reír:

- Me entusiasma la relojería. Se lo he dicho.

Entonces me invitó a sentarme con él, ocupando una de las mesas junto a los ventanales. A aquella hora había pocos clientes en el bar y, los que quedaban, o eran trasnochadores o jubilados que estaban a punto de terminar su último trago del día. Tras sentarnos, el tal Paul continuó con su lección horológica:

- Ambos hemisferios disponen de una escala de 24 horas, de esta manera uno puede saber cuándo es de día, o de noche, o si está amaneciendo u oscureciendo, en cualquier parte del mundo y de un sólo vistazo. El meridiano, además, se divide mediante una línea revestida con Super-LumiNova. Por si fuera poco, posee subesfera con un segundo horario adicional.

Le vi tan entusiasmado, que no pude menos que decir:

- No me pedirá ahora que se lo regale...

Se notó algo avergonzado:

- ¡Ni por asomo! Es mi pasión por la relojería la que me ha atraído irremediablemente hacia su reloj. Además, tratándose de una edición limitada de menos de 2000 ejemplares, y que el suyo es, por si fuera poco, la variante de bronce, y no de acero, debe ser difícil desprenderse de él.

Lo desabroché, me lo quité, y lo coloqué encima de la mesa:

- No me cuesta nada desprenderme de él. Incluso si me lo cambiase por su IWC - señalé el reloj que llevaba en su muñeca mi interlocutor, y cuya marca había reconocido de inmediato - se lo cambiaría.

- Bueno, este fue un regalo... - Dijo él.

- ¿De quién? - Quise saber yo, ya que él me había abordado con la coña de mi reloj, yo también estaba en mi derecho de ser insolente. Pero el tal Paul no pareció molesto, de hecho sonrió y, mirando hacia fuera, respondió:

- De esa señorita.

Un soberbio Fiat 124 Spider del 2016 acababa de llegar, y una bella dama descendía de él, con cuidado en no separar sus piernas puesto que llevaba falda demasiado corta y el deportivo la hacía contorsionarse para salir. Tenía el pelo largo, ligeramente ondulado, y en su rostro se destacaban unas gafas de pasta, con montura negra.

- Y supongo entonces que el 124 "vejete" es tuyo... Por aquello de hacer "la parejita" - bromeé, dándome cuenta de que ambos coches eran el mismo modelo, pero separados por muchas generaciones. Paul Davis hizo una mueca, como si acabase de descubrirme un full de ases:

- Y yo supongo que el Bentley Continental GT en negro, es suyo. Y no porque lo haya visto llegar, que no ha sido así, sino porque con ese reloj que lleva no se me ocurre otro coche, de los que están aparcados fuera, que una persona de su estilo pudiera conducir.

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