Título: Un caso de conciencia
Autor: James Blish
Fragmento:
- No obstante, no me cabe duda de que llegado el caso ustedes podrían componérselas aun sin gran acopio de hierro. La maquinaria de madera con que cuentan ustedes es lo bastante precisa para contentar a cualquier ingeniero. Tengo la impresión de que muchos de ellos han olvidado que en el pasado también nosotros la utilizábamos.
"La prueba está en un reloj que tengo en casa. Se trata de uno de esos llamados de cuco, que da las horas y cuartos. Tiene dos siglos de antigüedad y fue totalmente tallado en madera, a excepción de las pesas, y aún sigue funcionando con precisión. Puedo decirle a este respecto que mucho después de que los barcos empezaran a construirse de plancha metálica, el palo santo se utilizaba para fabricar los timones e instrumentos que marcaban la derrota de la nave".
- La madera es un excelente material para casi todos los usos - convino Chtexa - El único inconveniente que presenta en relación con los materiales cerámicos o con el metal es su variabilidad. Es preciso conocerla a fondo para concretar sus propiedades partiendo de las distintas clases de árboles. Ni qué decir tiene que las piezas más delicadas pueden obtenerse mediante moldes cerámicos adecuados. En este caso, la presión interna dentro del molde aumenta hasta tal punto por efectos de la dilatación que la pieza resultante posee una estructura muy compacta. En cuanto a las partes de mayores dimensiones pueden rectificarse directamente del madero con piedra arenisca y pulimentarse con pizarra. Por nuestra parte consideramos que la madera es un material agradecido para trabajar con él.
Sin que supiera muy bien por qué, Ruiz-Sánchez se sintió un poco avergonzado. Era un reflejo, ampliado, del mismo sentimiento de vergüenza que experimentaba a la vista del viejo reloj de cuco de la Selva Negra siempre que retornaba a la Tierra.
Teóricamente, los varios relojes eléctricos que tenia en su hacienda de las afueras de Lima deberían haber funcionado bien, sin ruidos y ocupando menos espacio. Pero las razones que movieron a fabricarlos, fueron de orden puramente técnico y comercial.
Como resultado de ello, la mayor parte marchaban con una especie de ligero ronqueo asmático o gemían sin estridencias pero lúgubremente a horas intempestivas. Todos tenían una "línea aerodinámica", eran más grandes de la cuenta y resultaban poco estéticos. Ninguno marcaba la hora exacta, y varios de ellos no podían ajustarse por ir provistos de un motor de velocidad constante que accionaba una caja de engranajes muy sencilla. Era, pues, una inexactitud irremisible porque obedecía a un defecto de fabricación.
En cambio, el reloj de cuco funcionaba sin altibajos. Cada cuarto de hora se abría una de las dos portezuelas de madera, salía una codorniz que emitía un sonido de alerta, y cuando señalaba la hora, salía primero la codorniz y después el cuco, cuyas llamadas iban precedidas por el repique de una campanilla. Para este reloj, mediodía y medianoche eran más que una simple operación de rutina: constituían todo un ceremonial. El desfase horario del viejo reloj no excedía de un minuto por mes, ello a cambio, tan sólo, de subir las pesas todas las noches antes de acostarse.
El relojero que lo construyó había muerto antes de que Ruiz-Sánchez naciera. Como contraste a todo ello, posiblemente el jesuita habría tenido que desechar por lo menos una docena de relojes eléctricos de serie en el transcurso de su vida, que era lo que pretendían sus fabricantes. En efecto, dichos relojes eran consecuencia directa del "desgaste programado", aquel delirio por el derroche y el despilfarro que asoló las Américas durante la segunda mitad del siglo pasado.
Vaya, volvemos a los autores que no conocía, y éste con un fragmento que parece muy interesante.
ResponderEliminarEs que es difícil dar con un autor que tú no conozcas :D
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