Cada semana acompañaba a un gran aficionado al trekking para recorrer con él y descubrir nuevas rutas. Cuando planeábamos visitar la costa, me sentía atraído por los relojes con gráfico de mareas de Casio, que me permitían saber si íbamos a encontrar la marea baja o alta (y, así, si podíamos pisar o no la playa), y cuándo ocurriría la bajamar (o la pleamar).
Si las salidas las hacíamos en otoño, y nos íbamos al interior, prefería entonces llevar un reloj con horario solar, y era habitual en nuestras conversaciones hablar sobre qué temprano empezaba a oscurecer. También era útil para ver cuántas horas nos quedaban de sol.


