Empezabas con los cuadernos a dos rayas, y en ellos comenzabas a realizar tus primeros trazos, siguiendo aquellas frases de aprendizaje de escritura básica. "Mi mamá me mima". "Amo a mi mamá"... Al lado, en tu muñeca, comenzaban a llegar los primeros relojes de Casio. Eran los tiempos de los F-80, F-28, F-91 y sus derivados. Algún afortunado podía llevar un W-66 "sumergible", pero solían ser la excepción.
Unos años después dejabas los cuadernos de dos rayas y llegabas a los cuadriculados. Era toda una experiencia: los cuadernos "de mayores". Comenzabas dubitativo, preguntando: "¿dónde se empieza a escribir?". Allí no tenías dos líneas de guía para encajar las letras. Tus hermanos mayores o tus amigos eran expeditivos respondiendo a esa pregunta: "Donde quieras". ¿Donde quiera? "Donde quiera es demasido incierto, voy acabar metido en un lío". Y al lado del plumier y sus bolígrafos, deslizándose por esas mismas hojas cuadriculadas ya estaban relojes "con más sustancia". Ahí los F's "de niño" se te quedaban cortos, y empezaban a llegar los W-720 que te compraron por tu cumpleaños o por sacar buenas notas, los W-24 o W-26 que conseguiste durante el verano, o los TS-1200 que eran una chulada porque tenían sensor de temperatura. Años después serían sustituidos por los CMD-20 o CMD-40 de los más gamberros, o por los DBA-800 o DB-520 de los más inquietos y curiosos.