A veces hablo con gente sobre Casio, gente desilusionada con Casio, gente que asegura que jamás volverá a comprar un Casio por cómo los han tratado, cómo maneja la marca tal o cual cosa, cómo esto, cómo lo otro, o cómo han sacado un modelo que parece que les insulta. Culpar a la marca, su estrategia de marketing, e incluso a sus trabajadores, distribuidores, SATs y demás personal que mueve una gran marca, culparla, digo, y meterles a todos en el mismo saco, es un poco una reducción al absurdo. Un poco infantil. Como cuando de niños nos enfadábamos con aquel amigo en el patio del colegio, y le decíamos: "pues ya no te hablo". Y, por supuesto, le volvíamos a hablar al día siguiente (o por la tarde cuando le veíamos en el parque).
Cierto que hay que ser objetivos, críticos si lo queréis ver así, y críticos hasta la saciedad. En esta sociedad "de la mentirijilla", donde te venden lo falso como bueno y se echan a correr y ahí te quedas, ser crítico, y aprender a ser
buenos críticos, no está mal. Pero tampoco hay que pasarse. Si dejas de comprar Renault porque han sacado un modelo en verde y no te gusta el verde, o dejas de comprar un Audi porque un día te reventó una rueda y en el concesionario se hicieron los suecos a pesar de cambiártela ellos, no es culpa de la marca. Más bien es que tu crítica tiene un poco "las miras torcidas", y apunta a donde no debe. O apunta a todo el mundo. Acabarás sin poder comprar nada o, quién sabe: comprando productos mucho peores y, además, incluso con peor servicio y tratándote peor.