Hace pocos días en un debate alguien proclamaba que la obsolescencia programada era necesaria en el mundo en que vivimos por razones económicas. Según defienden algunos, la obsolescencia programada no es algo malo, sino una consecuencia natural de la sociedad de consumo en la cual estamos inmersos.
El mundo de la relojería, como todo objeto de consumo, no es ajeno a todo ello. Marcas como Swatch lo saben muy bien, y bajo los principios del estilo y el diseño -en donde la durabilidad ocupa uno de los últimos lugares- les ha ido muy bien. Ellos no prometen a nadie la durabilidad de sus relojes, pero sí ofrecen un diseño peculiar. Y les ha ido tan bien que no hace mucho se vieron obligados a aumentar sus instalaciones y su capacidad productiva porque literalmente no daban a basto. Tenían una cola interminable de pedidos sin cubrir.
En el otro extremo encontramos a Casio. El fabricante japonés siempre ha defendido la tecnología y la durabilidad por encima de todo. En algún que otro foro sobre obsolescencia programada he visto cómo alguien ponía su reloj Casio de los ochenta como ejemplo de durabilidad.
Pero, aún así, no pocos recriminan a Casio no tener la durabilidad de antes, es decir, apuntarse a la moda de la obsolescencia echando por tierra no sólo sus propios principios, sino -y es más importante- la confianza de sus clientes. Esto lo dicen algunos argumentando sus cajas de resina, o sus líneas de G-Shock cada vez más orientadas a la estética (al estilo de Swatch). Pero... ¿realmente estamos siendo justos al juzgar asi a los modelos de Casio?
Pocos fabricantes han hecho tanto por la durabilidad de sus relojes, la mayoría de marcas te venden un reloj de plástico y allí te las entiendas tú con su durabilidad, impermeabilidad, o fiabilidad. ¡Pero por favor, si la mayoría de marcas ni siquiera te informan del tipo de pila que montan en sus relojes!
Cierto que algunos (y hay que destacar que no todos, muchos tienen bisel de resina endurecida o de metal) modelos de G-Shock tienes que cambiarles el bisel porque acaba cuarteándose o envejeciendo, pero esto es algo natural en las resinas gomosas, y la función de ese bisel no es durar (o, al menos, no es su principal cualidad) sino hacer de escudo absorbente en las caídas y golpes.
Otro tema similar son las correas, pero no hay nada inventado que haga que una correa de resina sea indestructible. Por eso Casio ha ideado sistemas como correas reforzadas (en fibra de carbono, kevlar, fibra de vidrio o tejido cordura), que aumenta su durabilidad de manera asombrosa. ¿Es éso, entonces, obsolescencia programada? ¡Pues claro que no! De hecho, Casio podría ser el único fabricante que hace algo así.
Vendiendo lo que vende y estando en la posición de innovación en la que se encuentra, perfectamente podría dedicarse a lanzar relojes "de colorines" como hace Swatch, y allá se pudra cada uno con la durabilidad o la obsolescencia. Pero no lo hace. Lo único que tal vez se le podría achacar es la falta de recambios (¡qué narices, no hacen recambios porque defienden la idea de que sus relojes te van a durar toda la vida si los cuidas, no se dedican a enriquecerse de sus rentas y de recambios como muchos fabricantes de automóviles, donde sus mayores beneficios los obtienen vendiendo piezas!) y sus cajas de resina. Pero deberíamos tener en cuenta que las cajas de metal de antes las siguen haciendo: las tiene Edifice y la línea Duro 200. Vale, no son modelos digitales, pero esa es política de la empresa que puede variar simplemente lanzando un modelo que sí lo sea. Lo importante es que la filosofía la mantienen.
Pensemos: ¿qué fabricante te ofrece un reloj cargado de funcionalidades, con una pila de diez años de duración o "de por vida" como son los solares? ¡Nadie! Hoy en día el mundo de la relojería está acribillado de modelos con pilas para dos años. La gente vive "con el miedo en el cuerpo" porque cada dos por tres tienen que estar en una relojería para cambiar una pila que podría durarles mas de siete años. Si el fabricante quisiera, claro. Y cuando muchos de ellos descubren lo cómodo que se encuentra uno con su Tough Solar o su modelo de larga duración, se preguntan cómo podían haber vivido sin él antes. Y descubren la diferencia entre obsolescencia programada y construídos para durar. Y, lógicamente, ya nunca más volverán a defender la obsolescencia programada, porque un buen fabricante tiene que ofrecerte lo mejor que tenga, sin mirar cada cuánto tiempo puede robarte la cartera. Porque eso es la obsolescencia programada: un robo al consumidor oculto bajo una fea capa de progreso.
¿Qué es la "obsolescencia programada"? ¿Por qué los electrodomésticos, coches, informática, etc. duran cada vez menos? ¿Cómo es posible que en 1911 una bombilla tuviera una duración certificada de 2.500 horas y cien años después su vida útil real no pase de 400 horas? Tras el crash del 29, Bernard London introdujo el concepto de obsolescencia programada y propuso poner fecha de caducidad a los productos: "Esto animaría el consumo y la necesidad de producir mercancías", "Las fábricas continuarían produciendo, la gente seguiría comprando y todo el mundo tendría trabajo". Según la Wikipedia, se denomina obsolescencia programada a la determinación, planificación o programación del fin de la vida útil de un producto o servicio de modo que este se torne obsoleto, no funcional, inútil o inservible tras un período de tiempo calculado de antemano, por el fabricante o empresa de servicios, durante la fase de diseño de dicho producto o servicio. Para la industria, la obsolescencia programada estimula positivamente la demanda al alentar a los consumidores a comprar de forma artificialmente acelerada nuevos productos si desean seguir utilizándolos. La obsolescencia programada es el recorte deliberado de la vida de un producto para incrementar su consumo. Es la lucha del negocio contra la tecnología, y la ética contra el capitalismo. La prueba más palpable de que la obsolescencia programada existe, es una simple bombilla. Se trata de la bombilla más antigua del mundo. Se encuentra en Livermore, California, en una estación de bomberos. Esta bombilla lleva ¡¡más de cien años encendida!! Exactamente, emite luz desde junio de 1901. Thomas Alva Edison quería crear una bombilla que iluminara el mayor tiempo posible. En 1881 puso a la venta una que duraba 1.500 horas. En 1924 se inventó otra de 2.500 horas. Con la sociedad de consumo en ciernes, aquello no era una buena noticia para todo el mundo. Diversos empresarios empezaron a plantearse una pregunta inquietante: "¿Qué hará la industria cuando todo el mundo tenga un producto y este no se renueve?". Una influyente revista advertía en 1928 de que "un artículo que no se estropea es una tragedia para los negocios". Cuando se inventó la bombilla, los grandes fabricantes se dieron cuenta de que, si ofrecían un producto que durara años, el negocio no sería rentable ya que la gente no seguiría necesitando bombillas. Así que decidieron fabricar lámparas con un filamento que al cabo de cierto tiempo, se rompiera. De este modo, el consumidor seguiría comprando bombillas toda su vida. La bombilla de Livermore se fabricó antes de esta decisión. Un poderoso lobby de fabricantes de lámparas, el cártel Phoebus, presionó para limitar la duración de las bombillas. En los años cuarenta consiguió fijar un límite de 1.000 horas. De nada sirvió que en 1953 una sentencia revocara esta práctica, porque se mantuvo. No salió nunca al mercado ninguna de las patentes que duraban más (una, llegaba a durar hasta 100.000 horas). Un producto que dure siempre es un mal negocio para las empresas y es práctica habitual crear cosas con fecha de caducidad programada, cuando realmente la tecnología existente permitiría una mucha mayor duración del mismo. Otro caso claro de obsolescencia programada es el de las medias de nylon de la firma francesa Dupont. Su lanzamiento fue revolucionario, pero al ser tan fuertes no se rompían y las mujeres de los años 60 no compraban más medias. Y obligaron a los ingenieros a encontrar un material más débil para que las medias se rompieran. Otro ejemplo es el de la cadena de montaje de Ford. El coche modelo T fue un éxito para la industria automovilística americana, pero tenía un problema que, por aquellas fechas (años veinte), era todavía incongruente: estaba concebido para durar. Ese fue su fracaso. Desde la competencia, General Motors, consciente de que no derrotaría a su rival en ingeniería, apostó por el diseño. Dio retoques cosméticos a sus coches, lo que le permitió que los clientes cambiaran de utilitario muy a menudo. ¿A quién le importaba que el motor funcionara diez años, si en poco tiempo cambiaría el coche por otro de distinto color o con algún arreglo superficial? En los años cincuenta la sociedad de consumo se había instalado en Norteamérica y Europa. El diseñador industrial Brooks Stevens sentó las bases de esa obsolescencia programada: "Es el deseo del consumidor de poseer una cosa un poco más nueva, un poco mejor y un poco antes de que sea necesario". Ya no se trata de obligar al consumidor a cambiar de tecnologías, sino de seducirlo para que lo haga. En la URSS la duración de funcionamiento garantizado por ley para una lavadora era de 25 años. Actualmente no suelen pasar de 5 años. La obsolescencia programada es patente en la actualidad en los coches, electrodomésticos, y sobre todo en productos electrónicos, como móviles, impresoras, ordenadores, etc. Cada cierto tiempo, unos pocos años por lo general, se compran nuevos modelos, bien porque se estropea el antiguo, bien porque se ha quedado anticuado y se desecha aunque funcione perfectamente. No los fabrican para durar. En Estados Unidos una abogada interpuso una demanda colectiva ante la escasa vida útil de las baterías de los teléfonos iPhone. Además de que prácticamente es imposible el cambio de batería si no es en el servicio técnico oficial. En otros teléfonos no pasa igual. Por ejemplo con los teléfonos Nokia el cambio de batería es prácticamente instantáneo. Desde la compañía se les comunicaba que mejor se compraran un nuevo aparato. La demanda concluyó con una indemnización para los demandantes y la reposición de las baterías averiadas... Los componentes de coches se suelen romper 3 meses después del plazo de garantía... Las impresoras mediante un chip instalado en sus componentes, provoca que envíe un mensaje para que el cliente acuda al servicio técnico si quiere que siga funcionando... Los ordenadores se venden con unas instrucciones en la BIOS con fallos programados... Y montañas de desechos de productos industriales contaminantes de los países desarrollados (productos que podrían durar 2 o 3 veces más con un mínimo o nulo coste añadido en el proceso de fabricación), siguen llevándose a vertederos en África... |
| Redacción: Zona Casio
¡cuanta razón! Cada vez que leo este blog me enamoro mas de mi reloj
ResponderEliminarMuy buen artículo
ResponderEliminarPrefiero mil veces gastarme 50 Euros en un casio que 50 euros en un Swatch.
ResponderEliminarDesechables deberían ser sólo los Cleanex.
Pues yo el otro día (año 2013) rescate de una caja olvidada un Casio W-720 comprado en 1991, fue ponerle pila nueva y a funcionar como el primer día.
ResponderEliminarYo encontré un gpx-1000 de 18 años de antigüedad, le cambie la pila y... Voilà. Como nuevo, lo mande pulir, le cambie la malla (conseguí la original). Pero de todas maneras me quedé tan contento que pasé por la tienda Casio, y me compre un Baby-G (bg-153) un G-Shock. (Ga-200).
ResponderEliminarAl final terminé premiando a la marca, por ser tan fiables!
Yo encontré un Gpx-1000 de 18 años de antigüedad, le cambie la pila y... Voilà. Como nuevo, lo mande pulir, le cambie la malla (conseguí la original). Pero de todas maneras me quedé tan contento que pasé por la tienda Casio, y me compre un Baby-G (bg-153) un G-Shock. (Ga-200).
ResponderEliminarAl final terminé premiando a la marca, por ser tan fiables!