Es necesario esperar, aunque la esperanza haya de verse siempre frustrada, pues la esperanza misma constituye una dicha, y sus fracasos, por frecuentes que sean, son menos horribles que su extinción.
Samuel Johnson
Esperanza es lo que albergábamos muchos por ver una cosa así. Este año ha sido duro. Muy duro. Durante meses y meses hemos estado caminando en un erial, soportando estoicamente cómo G-Shock, Pro Trek, MR-G, Sheen, Edifice... Comían más y más terreno a los digitales. Durante meses, muchos meses, nos señalaban con el dedo, casi vaticinaban nuestro fin. "Estáis acabados"; "¡No hay sitio para vosotros entre Mudmasters, Gulfmasters y G-Steels!". Nos negábamos a huir, a dar la espalda como cobardes. A tirar la toalla y la bandera. A quedarnos llorando nuestras penas en un oscuro rincón a escondidas. No. Sabíamos que nuestro tiempo llegaría. La fe mueve montañas, y nosotros teníamos fe. Sabíamos que llegaría un día en donde volveríamos a tener nuestro sitio, ocupar nuestro lugar. Nuestro reloj. Nuestro modelo. Nuestro sueño se haría real.
Es fácil escribir en un blog cuando mes tras mes la marca al que lo dedicas lanza al mercado modelos que te gustan. Pero es muy difícil cuando éstos no te dicen nada, cuando apenas sientes nada por ellos, cuando ves que es repetir las mismas cosas cambiándoles los números, las agujas, el fondo, los índices o el dial. Por eso precisamente elegí hablar de Casio y no de Citizens, de Seikos o de Festinas. Porque Casio es "otra cosa". Casio te apasiona, te da algo diferente y, encima, te lo da de calidad y a buen precio. No hay ningún fabricante así. No queda ninguno. Los demás te venden humo.