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Los seres humanos tendemos a etiquetarlo todo, a encajonar a las personas en una limitada interpretación, reduciéndolas a unas pocas palabras para confinarlas según nuestros esquemas mentales (y/o sociales). Esto hace que se pierdan a veces muchos aspectos que todo ser humano guarda en su interior. La reducción a nuestros -muchas veces- limitados sentidos ocurre también en multitud de aspectos de nuestra vida, negándonos a nosotros mismos a conocer a personas o grupos sociales que podrían enriquecernos y hacernos evolucionar en nuestra propia personalidad.
Pero siempre hay personas muy difíciles de encasillar. Siempre hay alguien que nos sorprende y rompe los esquemas que habíamos creado de él (o de ella), despertándonos como una brisa fresca despierta al campista en mitad de la pradera.