Ayer me encontré con un chaval, y desde entonces no he podido quitármelo de la cabeza. Este chico es una de esas personas que si te encontrases con ella seguramente te apartases a un lado. Sin empleo desde hace mucho tiempo, con varios hermanos, sobreviven todos con la única pensión de viudedad de su madre. Ayer me lo encontré y se encontraba metiendo un par de euros por las cabinas de toda la ciudad tratando de recargar su teléfono móvil. Venía del centro de transfusión de sangre. Porque ahí donde lo veis, con toda esa problemática encima, este chico es un héroe. Puede que un día él nos salve la vida a uno de nosotros. Porque puntualmente, varias veces al año, dona su sangre de manera altruista y sin pedir nada a cambio. De hecho en el centro de transfusión lo único que le dan cuando acude a donar la sangre es una botella de agua de las pequeñas, para que se la vaya bebiendo mientras tanto.
Es irónico lo mal que juzgan algunas personas a este tipo de gente. La mayoría de nosotros somos unos ignorantes (parafraseando a Miquel Silvestre, por cierto). Mientras caminaba con este chico ví que se disponía a cruzar una calle por un paso de cebra. A dos metros delante de él cruzaba una chica joven, bamboleándose, con minifalda. Un conductor se detiene en seco para dejarla pasar, pero cuando mi amigo se pone a cruzar, casi se lo lleva por delante. Así es el género humano.