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2.18.2021

Los relojes que desaparecieron de nuestras vidas



Si tienes unos cuantos años, seguramente recuerdes una pregunta que solía ser muy común cuando salíamos de casa con amigos, con la familia o con la pareja, hacia alguna excursión o para hacer trámites. La pregunta, decimos, tan habitual en aquellos años era: "¿llevas reloj?".

La mayoría de las veces eran los padres quienes lo llevaban, y también quienes se aseguraban de que estuviese en la hora correcta antes de salir de casa. En el caso de los amigos, siempre había alguno que solía llevar consigo un reloj, así que alguien solía mencionarlo diciendo: "Fulanito siempre lo lleva". Un reloj, pues, servía para todos y daba la información horaria a todo el grupo o acompañantes.




Cuando, hace años, di con los archivos de imágenes de una universidad durante los años sesenta y setenta, y sus salidas desde el departamento de geología para clases prácticas o visitas varias al exterior, un detalle captó pronto mi atención: la ausencia de relojes en la mayoría de las muñecas de aquellos jóvenes.

Todos pensamos que en los años cincuenta y sesenta, incluso en los setenta, la mayoría de gente llevaba consigo un reloj, pero no. Los relojes, hasta los ochenta, eran objetos débiles, poco fiables, muy frágiles e incluso los primeros digitales tenías que mantenerlos lo más alejados del agua posible. Ni mencionar el lavarte las manos con ellos, era un riesgo enorme que podía causar el que tu valioso reloj se quedara inutilizado. Y decimos "valioso" porque realmente lo era: un reloj digital de los setenta, en sus primeros años, costaba un dineral.



De manera que la gente que usaba relojes, en la mayoría de ocasiones era gente mayor, y aunque los jóvenes lo tuvieran se lo reservaban solo para momentos especiales. Es comprensible, ya que la vida activa de un jovenzuelo de aquellos - mucho más "activa" que la de los actuales, distaba un mundo de los muchachos sedentarios de hoy -, poco o nada tenía de compatible con un reloj. No te olvides que los G-Shock aún ni habían aparecido.

Irse a las ferias, viajar de "paquete" en las Bultaco de los amigos por terrenos que hoy calificaríamos de infernales y por carreteras bacheadas sin casco, gafas ni protección alguna, hacer aquellos interminables "picnics", estar todo el día pateando el barrio para encargos aquí y allá y de uno y otro familiar (no, eso de encargarlo por Internet y que un señor mensajero te lo llevase a la puerta de tu casa tampoco existía, de hecho el oficio de paquetería era toda una rareza, solo "los pijos" podían permitirse algo así), sin olvidar las idas y venidas a clase cargando toneladas de libros en aquellas bandoleras a punto de reventar, y luego escondiéndose por las esquinas para fumar sin que los profesores te pillasen... Porque el tabaco, aunque hoy nos cueste imaginarlo, era un elemento omnipresente y desde todos los ámbitos te animaban a fumar, por lo que solo podías sentirte mayor "y guay" haciéndolo.



El reloj tampoco estaba en clase. Nadie mantenía aquellos relojes, caros para el Estado y un estorbo para el colegio así que, de existir alguno, se encontraba parado o estropeado. Por todo ello, no era raro que una de las preguntas más comunes entre la chavalería por los pasillos de colegios e institutos fuera: "¿qué hora es?". Hoy cuesta incluso reconocerlo, dado que quién más quien menos lleva consigo el reloj a la hora en punto en su smartphone y, por supuesto, los chavales los primeros.

Así que salías de clase "cuando la sirena sonase" y llegabas a casa cuando tocara, sin pararte a pensar si era una hora más tarde o media. Claro que luego te increpaban preguntándote dónde habías estado tanto tiempo... ¿Tiempo? ¿Qué tiempo? El tiempo se te pasaba volando, y sin reloj eras aún menos consciente de él.



Sin embargo, quizá debido a esa angustiosa carestía de relojes en décadas pasadas - angustiosa por obligación, no había otro remedio, los mecánicos no eran muy fiables tampoco -, en los ochenta y noventa se vivió un auge de relojes por todos lados. Recuerdo que hasta había edificios que, abrazando aquella "misteriosa" tecnología de LEDs, los colocaban incluso sobre sus fachadas, como un enorme cartel en honor de la modernidad y la digitalización. Los relojes, gracias al cuarzo, no solo se habían vuelto robustos y duraderos, sino algo también muy importante, elemental: fiables.

Parquímetros, estaciones de autobuses y sus paradas, e incluso en las farolas o sobre las esquinas colocados por los ayuntamientos, los relojes inundaron la vida cotidiana de la gente. Y por supuesto, en las muñecas. Se vendían a manos llenas y acabaron surgiendo fabricantes y marcas de todo tipo para satisfacer la alta demanda, incluso firmas de electrónica como Sanyo o Sharp pasaron a ofrecer, cómo no, también relojes. Su huella llegó hasta los ordenadores, en donde un display digital te informaba de la velocidad de su CPU, junto al botón "turbo" y al "reset".



Pero hoy, que ese infame objeto del smartphone lo ha copado y devorado todo, el reloj ha vuelto a estar en un segundo plano, relegado a tan solo una "app", un "gadget" junto al blog de notas o el icono al puñetero y odioso Instagram o Facebook.

Como decía Adan hace poco en uno de sus últimos vídeos para el GES, haciendo referencia a uno de los digitales más completos y "genuinos" que ha fabricado Casio (el GWF-D1000), "este reloj me encanta porque no se conecta a nada". Y así es. Qué paradoja que para muchos de nosotros lo atrayente de un reloj sea hoy, precisamente, el que te permita tener eso: un reloj, disfrutar de él como tal, sin tener que tener al lado ni vigilar conexiones inalámbricas, o marearte con el dedo en la tediosa pantalla táctil del móvil. Qué irónico que sea esa, para muchos de nosotros, la ventaja, cuando parece que estamos a merced de la corriente que nos arrastra salvaje del resto del mundo y, sobre todo, de los fabricantes, empeñados en que traguemos querámoslo o no con esa tecnología absurda, como cuando de pequeño te obligaban a tragar aquellos cucharones del horrendo aceite de hígado de bacalao. Hubo toda una generación obsesionada con eso. El empecinamiento por crear una "galaxia de dispositivos" interconectada a la que te tengas que atar es el símil del aceite ese que quieren hacernos tragar desde las marcas.



Todo esto no deja de tener su ironía. Me recuerda mucho, fíjate tú, a los coches eléctricos. Los fabricantes de coches tratan de obligarnos a usarlos, lanzan modelos día sí y día también de ese tipo, para clavarnos aún más - como si lo estuviésemos ya poco - a un enchufe, y esclavizarnos todavía de una forma más patente a las escandalosas subidas del precio de la electricidad. Sin embargo, ayer justo leía la noticia que el año pasado acabó con un stock acumulado de ese tipo de coches, en España, del +122 por ciento. En efecto: nadie los quiere. Nadie los compra. Pero ahí siguen insistiendo, hasta que cedamos por las buenas, o nos obliguen por las malas.

El mundo de la relojería, hoy, no es ajeno a todo este tipo de bandazos. Con los relojes tradicionales conviven esos "otros" que no sé ni cómo llamarlos. Volvemos a estar, pues, en gran medida, sin relojes, al menos sin relojes "genuinos y auténticos", por mucho que me digáis que un gadget o un smartwatch lo es. Lo más lamentable es que antiguamente el consumidor no tenía otra elección, pero ahora es algo que, por desgracia, han elegido por nosotros. Ahora deciden desde las grandes multinacionales del software, desde los imperios de Amazon, Apple y desde multimillonarias firmas de las TIC, qué refrito y sucedáneo de reloj debes llevar, camuflado entre el resto de galimatías de aparatejos con los que han enredado todas nuestras vidas.

| Redacción: ZonaCasio.com / ZonaCasio.blogspot.com




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5 comentarios:

  1. Anónimo18.2.21

    Si al menos el smartpgone hiciera algo bien. Pero es de ese tipo de aparatos que hace muchas cosas a la vez, pero ninguna bien. La cámara de fotos no es cámara, la grabación de voz es de risa, las apps de notas son una broma, la radio necesitas cables y no tiene antena ni onda media... Y suma y sigue. Tiene de todo pero mediocre, porque todo es una simulación, no son en realidad los aparatos reales, solo fingen serlo.

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  2. Pese a todo dudo que los relojes desaparezcan, al menos completamente. Es cierto que puede que se reduzca, pero afortunadamente para nosotros seguirán ahí.

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    1. No sé Guti, viendo cómo está la situación y los precios que están pidiendo, no sabría aventurar qué puede pasar de aquí a unos años.

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  3. Totalmente cierto, ahora en los toros de relojes se vende una especie de mantra de que antes todo el mundo usaba reloj de pulsera porque no había móviles, cuando eso no es así. Cuando veo fotos o videos antiguos me fijo y mucha gente no lleva reloj, si bien más que ahora. Actualmente en determinados ambientes todo el mundo usa reloj, por ejemplo, en mi trabajo, todo el mundo de mi Oficina usa reloj de los de toda la vida.
    En mi infancia, yo que soy nacido a finales de los ochenta había relojes por todos lados, en mi casa en todas las habitaciones había un reloj, incluidos los baños (unos digitales casio de escritorio pequeñitos negros). En la calle con los termómetros más de lo mismo y en los edificios también

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  4. Anónimo22.1.24

    El reloj digital tipo colection tiende a desaparecer pues ya solo importa que adorne y sea bonito no práctico, y los del tipo F91 no lucen.

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