Los Casio LDF-10 y sus derivados (LDF-20, LDF-30, W-110...) siempre me gustaron. Son unos relojes estupendos, cargados de funciones y con una forma old-school maravillosa. Sin embargo, como en tantos otros, uno de sus puntos más flojos es su correa. En el caso de los LDF-10 es muy peculiar, porque a pesar de su anchura requiere unos pasadores muy pequeños para sus estrechas asas. Así que decidí quitársela, habida cuenta de que no puedes ponerle una estándar, y lo empecé a usar como "reloj de escritorio". Para ello le corté también las asas. Con una pila de cinco años de duración pensé que me iba a durar "toda la vida", pero ya veis, ni mucho menos, todo se acaba, y la pila también.
Me planteé usarlo como reloj de escritorio hasta que se terminase la pila, y durante las durísimas semanas en las que me torturaba la lumbalgia fue él, con su temporizador automático, quien me iba avisando para levantarme. Luego lo llevaría conmigo en la carpeta, mientras hacía un itinerario laboral por el antiguo INEM, y fue ahí donde acabó sus días.