Se suele hablar mucho sobre la relojería europea, y su nacimiento y expansión, gracias principalmente a los monasterios, pero poco se suele tratar sobre la expansión de la relojería "en el Nuevo Mundo", es decir, en América.
Cuando los jesuitas llegaron a Sudamérica en 1549, se encontraron con dos formas de sociedad totalmente enfrentadas. Por un lado, los caciques venidos de Europa con grandes plantaciones que explotaban a los indígenas, y por el otro los tratantes de esclavos llamados "bandeirantes" por su origen, principalmente portugués, que asaltaban las poblaciones indígenas en busca de los hombres más fuertes y de las mujeres más atractivas para venderlos como eso: como esclavos.
En medio de este caos administrativo donde imperaba la ley del más fuerte (y de las armas) los jesuitas comenzaron a emprender su labor misionera creando las primeras comunidades. No eran pequeños poblados, sino casi como ciudades, puesto que en algunas de ellas llegaban a habitar más de cien mil almas. Los jesuitas no solo llevaban la religión, llevaban con ellos también la cultura y la tecnología europea. Sus misiones giraban en torno a la iglesia, el colegio - donde residían ellos también -, y el hospital.
Su irrupción en la cultura aborígen no estuvo exenta de resistencia y de reticencias, especialmente por parte de los jefes y líderes más poderosos de los clanes. A éstos les preocupaba especialmente que aquellos europeos llegasen con unas normas de convicencia que incluían la prohibición de tener varias mujeres. Los líderes tenían varias esposas y sirvientas "con derecho a roce" - como diríamos hoy -, por razones obvias: sin métodos anticonceptivos, las esposas estaban continuamente embarazadas, así que los hombres tenían varias para irlas alternando. No era una práctica solo de aquellas tierras, el mismo papel cumplían en Europa las concubinas, o en Oriente Medio los harenes.
Pero sin embargo los jesuitas llevaban consigo dos prácticas cristinas que no agradaban a algunos miembros de aquellos pueblos: los matrimonios con una sola mujer, o/y la abstinencia. Y además de enseñarles a trabajar los metales, conocimientos médicos y agrarios, la Orden Religiosa llevó consigo un instrumento mecánico que sustituía el reparto del tiempo que hasta entonces era guiado por las costumbres de los indígenas: el reloj. El reloj mecánico marcaba las horas de trabajo y descanso, y la entrada y salida de las clases. Al trabajo se le dedicaba seis horas diarias, que eran muchas menos que las que los caciques obligaban a sus esclavos en las plantaciones, por supuesto. Además del reloj, los jesuitas también llevaron a Sudamérica los conocimientos en agricultura, y en artes y oficios.
Cuando España y Portugal se repartieron "el Nuevo Mundo", los portugueses expulsaron a los jesuitas de sus tierras y acabaron siendo víctimas de conspiraciones que les obligaron a abandonar aquellas prósperas misiones que levantaron, donde la cultura y el respeto por los derechos humanos florecieron. No hay que olvidar que en ellas no existían los esclavos, y que la pena de muerte se había abolido (el Papa Pablo III había prohibido en su bula Sublimis Dei la esclavitud de los indígenas, y les reconocía el derecho a la propiedad), mucho antes que en Europa.
No se puede afirmar, obviamente, que los jesuitas introdujeran la relojería en general en América. Ese acontecimiento seguramente ocurrió simultáneamente y en diferentes regiones, pero sí se puede asegurar de manera indudable que muchos de aquellos pueblos tuvieron su primer contacto con el reloj, con su manera de medir el tiempo, y de guiarse por las horas - y de entender los ciclos de tiempo y su división horaria, ciertamente -, gracias a las comunidades jesuitas. Aquellos instrumentos mecánicos, que racionaban y ordenaban la vida de las gentes en Europa, comenzaron también a hacerlo con los pueblos indígenas americanos.
| Redacción: ZonaCasio.com / ZonaCasio.blogspot.com
Una reflexión muy interesante. Quizás sólo transcienden los abusos y las salvajadas, que también las hubo. Pero no se recuerda la transmisión cultural ni la de los avances como es este caso.
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ResponderEliminarPues justo en el libro de Tissot aparecía una anécdota de un religioso.
EliminarPues podrías contarla porque ese libro era tan soporífero que ya sabes cómo lo leí :D
EliminarPues pido disculpas porque el testimonio no era de un religioso, debió confundirme el recuerdo lo de "Calcuta". En todo caso y dado el desorden del volumen, ya que lo he buscado lo pego aquí: "Me encontraba en la plataforma superior de la sala de máquinas, saliendo de Mombasa, en la costa este de África, para Colombo. Al limpiarme las manos, dejé caer mi pobre reloj Tissot, adquirido en Calcuta dos años antes. Dio un primer salto de siete metros; después, cayó rodando seis metros más abajo, aterrizó en el borde de la caldera de enfriado de
Eliminarlos pistones, llena de agua con bicromato de potasa a la temperatura constante de 70° C, y, de pronto, se precipitó dentro y desapareció. Allí se quedó durante ocho días y no pudo
ser recuperado hasta llegar a Colombo, cuando las máquinas se pararon y el agua se enfrió. Lo limpié, lo froté con estopa, le di cuerda, funcionó de nuevo y sigue haciéndolo sin problemas desde que le sobrevino esta aventura (sic). [A.K. Banerji, oficial mecánico a bordo del MV Isipingo, 1956]."
Gracias Guti.
EliminarSí, lo del "desorden" nunca mejor dicho, ese libro es un desastre (y luego "algunas" se quejan de las autoediciones :D).
Menudo Tissot por cierto, ni que fuera un G-Shock :P
Beautiful! This one could use a large solar cell as background!
ResponderEliminarGracias ZC excelente relato.
ResponderEliminarBuenas tardes ZC y resto de participantes.
ResponderEliminarDespués de meditarlo voy a participar en esta entrada.
Es cierto que se ha denostado interesadamente el proceso de colonización y el de evangelización del nuevo mundo. Normalmente porque los ingleses/sajones han querido atacarnos con una falsa leyenda negra. Los Franciscanos y los Jesuitas (Compañía de Jesús) fueron cruciales en la consecución de los estándares de lo que entendemos derechos humanos. Las misiones fueron y son (en la actualidad) verdaderos oasis de reconocimiento del individuo y del ser humano. Cuando estudié en mis tiempos mozos en colegios católicos una vez me dijo un Padre que fue misionero: " el respeto al hombre (se entiende que mujer, niño..) es el máximo respeto a Dios".
Buenas tardes.
Gracias ZC por este trabajo, saludos.
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