No había barrio de ciudad, o calle de pueblo lejano, que no tuviese en sus alrededores alguna relojería. En muchas partes había varias. Pero la mayoría de ellas estaban centradas aún en los relojes mecánicos, aquellas rarezas que procedían de oriente con "pantallas" y "dígitos" eran tan extrañas que se dudaba todavía dónde venderlos. La mayoría de relojeros ni siquiera sabían cómo funcionaban y, ante la duda, lo mejor era ignorarlos. El miedo causa confusión.
Si alguien quería conseguir una de aquellas "maravillas tecnológicas" que, decían, tenía un ordenador en su interior (¿qué era eso de "un ordenador"?), salvo en las grandes ciudades, no le quedaba otra opción que pedirlo por catálogo.
Nada de eso de la sencillez de coger tu tarjeta de crédito y pagar, ni muchísimo menos. En los setenta el dinero electrónico era una rareza mayor (y más sospechoso aún) que los bitcoins de hoy. El proceso era bien distinto. Recortabas el cupón, lo rellenabas con tus datos, ponías tu teléfono (si tenías la fortuna de tener uno de aquellos carísimos aparatos que el poderoso monopolio gubernamental de Telefónica vendía a plazos y/o alquilaba...), y acudías al estanco. Comprabas un sello de diez pesetas, y lo metías en el buzón. A partir de ahí tocaba esperar.
Ríase usted de los cinco o diez días de paciente tránsito de ahora. Si tarda un envío más de una semana, ya nos asustamos, y seguimos el tracking como posesos tratando de encontrar y ver dónde y por qué se detuvo o se retrasó el paquete. ¿Quince días, un mes incluso ? Era lo habitual.
Cualquier mañana de un día futuro que apenas recordabas ya, el cartero llamaba a tu timbre (en la ciudad, los buzones empezaron a llegar a las viviendas durante los años 60) o gritaba tu nombre por la calle (en los pueblos, lo habitual era que previamente avisaran con el toque de un silbato), y te entregaba un paquete como si aquello fuese el envío de un ente importante. Aquel día en tu casa había fiesta.
Con la familia alrededor en expectante espera se abría el paquete. Y allí aparecía algo raro, algo extraño, algo prodigioso y sorprendente, en una cuidada caja de plástico con frontal plateado y en donde una etiqueta (también plástica) te hacía ver claramente que estabas ante algo especial: "Computer Watch", se mostraba en brillantes letras doradas. "¡Mirad qué cosa!", "¡estos números se mueven solos!". "¡Es magia!". "¿Y esto, para qué es? ¿Habrá que meter algún 'aparatejo'?". "Esto" era el pulsador de punta de boli o de palillo, tan habitual en aquellos Casiotron de los setenta. No había un pulsador hundido (como sería famoso y seña de identidad de la Casio de los ochenta), ni un botón con el seguro de pulsación prolongada (lo habitual en la Casio de hoy). No. La configuración de aquellos relojes era un elemento tan importante y vital, y tan desconocido para la mayoría de los usuarios, que había que protegerlo bien. Lo mejor era ocultar el botón ante toques accidentales y, para más seguridad, complicar el acceso al mismo disponiendo una mueca cónica hundida.
Con ayuda de toda la familia, el ilusionado poseedor de aquella magnífica pieza de futurista tecnología, y tras repasar una y otra vez el manual, lograba tener una idea más o menos clara de cómo funcionaba. "Ya verás cuando mañana me lo vean en el trabajo", "ya verás cuando se lo enseñe a Luisito..., cuando se lo muestre a los vecinos en el bar...".
Y así era, propios y extraños se apretujaban en torno de aquel novísimo Casiotron de caja brillante, atosigando a su dueño con preguntas: "¿Cuándo y dónde lo has comprado?", "¿te lo han traido del extranjero?", "¿cuánto te ha costado?".
¡Y tiene calendario! ¡Y "despertador"! -Eso de "alarma" dejémoslo para más adelante-. "¡Y el calendario cambia solo, no hace falta andar con la puñetera corrección mes sí y mes también!".
"¡Qué maravilla!". "¡Qué tecnología!". Y -dirán otros -, "¡ya no saben qué inventar!".
De pronto, de repente, de inmediato, aquel carísimo mecánico que se había comprado el alcalde del pueblo, aquel espléndido suizo que le habían regalado al muchacho cuando se licenció, no servían para nada. Se habían quedado absolutamente y totalmente desfasados. El reinado de Casio empezaba, y el principio del fin de la relojería tradicional de "cambia-tuercas" (luego serían sustituidos, con diferente tarea pero la misma fama, por los "cambia-pilas") ya iniciaba su trágica cuenta atrás. Y nada, nunca, volvería a ser igual.
| Redacción: ZonaCasio.com / ZonaCasio.blogspot.com
La primera foto es absolutamente sensacional.
ResponderEliminarObjetos llegados del futuro, y el nombre le iba de perlas. Estaría guay una reedición.
ResponderEliminarEste artículo me ha encantado. El texto, la selección de fotos. Increíble.
ResponderEliminarEs curioso echar la vista atrás y ver como ha cambiado todo, por ejemplo con los buzones que mencionáis, y que yo no recordaba. Pero también en cuanto a relojes. Los digitales pasaron de ser lo máximo, a verse como cosas baratas, porque claro, el prestigio lo tiene uno de agujitas de marca de moda.
Me gustan casi más los de esa época que los actuales. Bonito relato, sobre todo para los que no lo hemos conocido.
ResponderEliminarUn artículo muy bonito y muy bien documentado con magníficas fotos,que grandes fueron aquellos años, mediados de los 70 y los 80.
ResponderEliminarPrecioso artículo.
Era un mundo mejor.
ResponderEliminarQue decir de tan entrañable artículo, de lo que fue la realidad de muchas compras de entonces, cuando no lo la compra a plazos en la relojería del barrio.
ResponderEliminarPero lo más sorprendente, más de 40 años después tienen una calidad de materiales muy alta y siguen funcionando...son eternos.
Respecto al sistema de ajuste, no solo lo tortuoso del botón si no que destacaba por su complejidad en algunos módulos al tener que realizar combinaciones imposibles para su ajuste... ( Por ejemplo acceder al ajuste en un intervalo exacto de segundos, que además se indicaban por segmentos... )
Que preciosidades, tengo algunos y los guardo incluso aparte del resto, como joyas que son.
Disfrute leer este articulo que grande CASIO. me acuerdo quedar por las vidrieras de una relojería de mi pueblo, a comienzos de los 80's y ver esos modelos de casio digital como no acordarme y sorprenderme con el Reloj Calculadora....que épocas
ResponderEliminar