Y tan raros que probablemente para muchos será la primera vez que los veis. Eran una solución más socorrida y barata a los bull-bars, pero también más engorrosa. Un panel (desmontable) se disponía sobre el reloj, para así protegerle el cristal de golpes y arañazos y, cuando se deseara, se le podía retirar.
Lo cierto es que no solo era molesto de ver la hora así, "con esa cosa en medio", sino que además no le quedaba nada bien al reloj. Viéndolo uno se pregunta con qué tipo de estética está peor el reloj, si con la máscara desmontable, o sin ella, porque sin ella el hueco que deja en el contorno de la caja es horrendo y, con ella, sus gruesos rebordes y su aparatoso frontal incomoda más que otra cosa.