Cuando en los relojes solo podías ver un horario, el de doce horas, y encima en analógico, a muchas personas les resultaba verdaderamente problemático usar el horario de veinticuatro horas. Recuerdo los problemas y discusiones que había en torno a los horarios de tren, por ejemplo, sobre las horas a las que pasaba por el pequeño apeadero del pueblo. Yo era aún muy pequeño, pero atraído por las dificultades de aquel "extraño invento" decidí aprender a usar ese tipo de horario.
Tendría que pasar algún tiempo, en los ochenta, para que los relojes digitales se hicieran populares y, con ello, cualquier mortal pudiera disfrutar de ese horario sin la necesidad de ceñirse a las preferencias de un odioso reloj analógico.