Por desgracia desde donde vivo no se ve la luna. Amalgama de tejados y edificios en ese caos urbanístico de los barrios de algunas ciudades, levantados unos sobre otros sin orden ni concierto alguno me impiden verla. Para los que somos amantes de las estrellas y del cielo nocturno es, sin lugar a dudas, una gran carencia el no poder sentarnos a contemplar, en una noche despejada, la luna brillando en lo alto del firmamento. Supongo que a muchos de vosotros os ocurrirá algo parecido con las olas, el mar, los recodos de vuestros ríos preferidos, o vuestro rincón o pradera del bosque, de la montaña o del campo.
Todo ello por necesidad, claro, ante el deber de cumplir este confinamiento.