Creo que a todos de nosotros, en mayor o menor grado, nos agrada coleccionar relojes. O, al menos, tener el mayor número posible de variantes de nuestro modelo favorito. El problema es que eso suele requerir de un notable autocontrol que, en momentos, debe ser muy estricto para impedir que se nos vaya de las manos. Empieza por el deseo de tener ese reloj, luego por la emoción de verlo con detalles diferentes..., a continuación, por la excitante espera de que llegue a tus manos, y acaba por la emoción de abrir un paquete por el simple hecho de abrir y ver algo nuevo sin más. Ya lo hemos dicho muchas veces: el coleccionismo es un arma de doble filo, y cuando menos te das cuenta estás bailando al borde del abismo sin querer y sin saber cómo narices has llegado hasta allí. Yo, que lo sufrí en su día, os aconsejo que mucho cuidadito con eso.
Una forma de ponernos barreras "naturales" que permitan disfrutar sanamente del coleccionismo, admirar las piezas que nos gustan y a la par disfrutar con unos límites que nos den una cierta "cordura", es ceñirnos a un modelo en concreto. Claro que en esto no todos los modelos son iguales. Por ejemplo, quien decida coleccionar DW-5600 ya puede irse preparando, no solo porque hay infinidad de ellos, o porque se lancen ediciones especiales muy difíciles de encontrar, sino porque, ya empezando con su primer modelo (el DW-5600C), para dar con él hay que moverse por muchos lados y estar dispuesto a pagar el infladísimo precio que por uno en un estado medianamente decente, se pide hoy por él.